UNA CABAA EN EL BOSQUE
Publicado en Sep 03, 2020
UNA CABAÑA EN EL BOSQUE
Me había casado muy rápido, a las dos semanas de mantener relaciones, ya tenía un anillo en la mano. No tenía dudas, jamás había querido tanto. Julián trabajaba en la ciudad, sin especificar donde estaba su despacho, pero a quien le importaba cuando eras joven, y te amaban sin recato. Me enseñó nuestro hogar, dijo que era algo romántico, una cabaña que pertenecía a su familia en medio de un bosque, no muy lejos de su trabajo. Y yo, ingenua, pensé “le esperaré en el porche cuando anochezca, y venga cansado”. Crucé el umbral en brazos, nos caímos, una madera del suelo se rompió a cachos. No sé si fue un presagio, no sé si algún espíritu me dijo algo, porque con el tiempo lo vi como una señal de que mi matrimonio no había sido tan buen trato. Esa noche hicimos el amor, y con cada caricia más mujer me sentía entre sus brazos. Los tres primero días los pasamos abrazados, hasta que mencionó que se iría al día siguiente a la oficina, mientras me quedaría en casa limpiando, porque él traería la compra, solo debía preocuparme por tener todo arreglado, y estar guapa para cuando quisiera tomarme, ese fue su mandato. Sonreí, aún lo hacía, y le contesté que la casa olería a rosas, e incluso mi cuerpo estaría perfumado. Julián me dio un beso, aún lo creía enamorado, y se marchó advirtiendo que no hablase con extraños. Asentí sumisa, aunque un poco sorprendida, porque estaba en medio del campo, ¿quién se iba a acercar?, ¿quién iba a pasear por donde solo hay un prado?. Cuando se marchó, observé el paisaje, era precioso, con flores y árboles por todos los lados. No echaba de menos nada, tenía lo que desea una joven mujer, un hombre apuesto a su lado. Acicalé la casa con esmero, salí a coger violetas para adornar la mesa, tardé en encontrarlas, pero no me perdí al intentarlo. Hice la cena, su preferida, después tomé un baño con agua tibia, se lo comentaría, porque no sería una buena idea cuando llegase el frío, y la escarcha debajo. Me senté en el porche, como había pensado, esperando a mi amado, quien llegó con dos bolsas de plástico, llenas de la compra que le había encargado. Entró en la ducha, mientras calenté la comida, era lo acordado. Preguntó de dónde había sacado las flores, a lo que contesté que del campo. Entonces, con una voz que casi no reconocía, exigió que no saliera de la casa, porque había mucho mal, y cerca un acantilado. Le puse la comida, la probó, y como no estaba muy caliente, el plato rompió en pedazos. Me asusté, no comprendía la reacción. Miró de mala manera, y lo recogí mientras con el pie me acercaba los trozos. Calenté la comida otra vez, no probé bocado, no me gustaba nada de lo que había pasado, me pidió disculpas diciendo que había tenido un mal día en el trabajo. La falta de experiencia hizo que no le tuviera en cuenta nada de lo ocurrido. Me puse a fregar los cacharros, me cogió por detrás y me jodió, no había sentimientos en ese acto. Cuando terminó, parecía despechado, gritando que ya estaba más relajado. Sabía que muchos hombres cambiaban de novios a casados, pero nunca pensé que eso me ocurriría a mí, que nunca sufriría tanto. Dormí en el sofá esa noche, mientras me observaba de lejos, incluso extrañado. A la mañana siguiente no le puse el desayuno, quería alejarme, no quería sufrir malos tratos, había visto muchas películas, y era como todos los que matan, sintiéndose afortunados. Me preguntó si necesitaba algo de la ciudad, no obtuvo respuesta, sonrió como cualquier diablo. Cerró la puerta, y me sentí a salvo. Esa misma mañana decidí hacer la maleta, sin tener claro dónde ir, pero ya esa cabaña no me parecía algo romántico. Cogí lo imprescindible, cuando te quieres marchar de un lugar, no te importan mucho lo material, solo salir de donde te habían atrapado. Fui a la puerta, estaba cerrada, la llave echada, y era grande, no podría forzarla. Me iría por la ventana, pero tampoco, estaban brindadas, por más que quise romperlas, no se resquebrajó, ni una esquina apareció dañada. Me senté en una silla, sin saber qué hacer. Cogí el móvil, pero días atrás me advirtió de que no había cobertura. Y fue cuando me sentí prisionera, con miedo, porque nadie sabía dónde estaba, ni mi madre, aunque no me quisiera. Agaché la cabeza, reconociendo en qué consistía su plan idealizado: me había engatusado para llevarme a un lugar, no para que fuera su mujer, sino su esclava o sirvienta, y de la historia que me había creado, solo quedaban las violetas que, como yo, ya se habían marchitado. Pasé horas pensando, busqué en mi inteligencia, esa que siempre subestima cualquier adversario, y decidí seguir el juego, porque no quería marcas en los brazos. Hice la cena, algo rico con lo que estuviera contento, y no angustiado, más adelante se me ocurriría como salir de donde me habían encerrado. Esa noche llegó muy cansado, pero cuando abrió la puerta, y vio todo con mesura decorado, se le pasó el dolor de ser más que un malvado. Cenamos, y supe poner todo a la temperatura adecuada, suspiré por abajo, pero me escuchó, creyó que me reía, y ahí fue el primer puñetazo. Tenía claro el significado de sus actos, más por mi ojo morado, pero no volví a llorar, no durante casi un año, pues no se me ocurría escapar de donde me habían secuestrado. Una mañana salió como siempre, echando la llave después del portazo, y fue cuando descubrí que no estaba sola en esa especie de letargo. Mi vientre había crecido, quizás eso me dio fuerzas, me hizo ver que la vida podía ser hermosa, si te rodeas de amor, en vez de con feos sapos, y cuando fui a poner leña en la chimenea, se me despertó el arma del perdedor herido, pero no matado. No cogí nada, no necesitábamos mucho para ser felices, solo dejar el mal trato, y trepe como un hábil alpinista, hasta llegar al tejado, era una cabaña pequeña, no un rascacielos empinado. Respiré el aire, y aunque el paisaje era bonito, carecía de valor cuando solo ves eso durante un año. Vi un sendero, no sabía dónde me llevaría, pero seguro que a salvo, y caminé sin cesar hasta descubrir que el bosque había dejado. Surgió la ciudad como un espejismo irreal, toqué mi tripa, me llené de ilusión, y casi volé despacio. Llegué a una puerta, la toqué para que me ayudase alguien honrado, porque no solo existe la maldad en el hombre, también está la compasión por el desarmado. Tuve suerte, no sé cómo se hubiera tomado ser padre, compartir lo que para él era su tesoro idolatrado, tener que esperar cuando el deseo apareciese, si es que el bebé quisiese dormir en mi regazo. No se debe jugar con peligro, porque un mal golpe puede terminar con todo lo que habías alcanzado, puedes creer vencer al dolor, pero jamás ganarás al instinto de la muerte, y eso puede suceder muy rápido. Desde entonces no soy la misma, incluso utilicé el nombre de Clara para pasar desapercibida, pero a pesar de la pena, me siento orgullosa porque también empecé a ayudar a otras mujeres, sé lo que se siente, como el miedo gana al amor, como el dolor se convierte en tu compañero, como hay marcas que no se borran ni con el tiempo, ni con los años, pero se aprende a vivir de otra forma, y más si tienes un hombro donde apoyarte, y sentirte fuerte, pues tuve claro que las personas que no huyen de la soledad, son las que saben, que a pesar de sus errores, las quieren. Vivo con algo de temor pero más feliz, aprendí a ser valiente, no luchando en guerras, se reconoce quién es más resistente, sino denunciando y pidiendo ayuda en silencio, ya que a las fieras no se las debe provocar, porque son muy voraces con sus afilados dientes… A.ORANTES
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Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
Bueno Sandra seducida, secuestrada maltratada y finalmente todo el ciclo de la Mujer Golpeada, que admite y comparte la violencia por miedo a mayor violencia. Sería un clásico que se ve diariamente, pero el secuestro ya es otra cosa. Sin embargo lo importante es que en el desarrollo del relato vas dejando como esa mujer busca de alguna forma su escape aun sabiendo de la soledad en que se encuentra. Finalmente no solo lo logra sinò que posteriormente ayuda a otras mujeres en situación de violencia de género.
Buen relato felicitaciones Sandra
Sandra Mara Prez Blzquez