En el momento que el accidente sucede, busca inconscientemente un culpable. Es que la mente, cree, es una ciencia imprevisible y puede actuar en cualquier momento, provocando así un desequilibrio que muchos tomarían como algo sin importancia, un simple accidente. En realidad, eso es lo que es, pero su mente analista, no puede evitar sentir que detrás de toda acción del ser humano, participa su inconsciente, hasta en aquellas que creemos insignificantes.
 La pregunta que se hizo, lo inquieta por un momento, pero luego comprendió que la debe detallar profundamente. Revive el momento en su cabeza una y otra vez buscando encontrar la repuesta, imagina, analiza, profundiza. Sabe que al igual que con una moneda, debe elegir una cara, o mejor dicho un responsable, pero la primera acción depende del azar, mientras que su elección, de la lectura del inconsciente.
¿Quién derramo su copa de vino?
Fue él mismo, que la dejo entrar cuando invadió su pensamiento, o fue ella que penetro en su pensamiento sacando provecho de que había consumido alcohol?
Vació lo que quedaba de la botella de vino en la copa, y paralelo a esta acción, cuando el vino ya había hecho su efecto, dejándolo descubierto de emociones, apareció ella.
Con su voz fantasmal, le recuerda momentos vividos, algunos dejaron huellas, otros cicatrices, pero de a poco entiende que todos dejaron algo importante, aprendizaje. Separa uno de esos momentos y lo recuerda intensamente. Este, se revive dentro de él y lo invita a sentir como si estuviera sucediendo ahora mismo, no se rehúsa. El placer le recorre, justo cuando la excitación, causada por los estímulos externos e internos del acto, disminuye. De otra manera, hubiera aparecido en su lugar el goce, causándole cierto sufrimiento, al rozar la desmesura. Puede entender entonces que se sintió pleno, y aunque esto debería ser motivo de bienestar, lo invade la angustia y esa necesidad de controlarlo todo y volver a tenerla junto a él. En un suspiro, ella desaparece pero no sin antes causarle un desequilibrio, haciendole perder la orientación del espacio. Se tropieza e intenta con su mano derecha buscar una referencia, y en su afán por recuperar el equilibrio, se lleva puesto algo, vulgarmente hablando. Se calma, se sienta y observa el panorama. Ve la copa acostada en la mesa de arrime y el suelo parquet manchado de un rojo rubí con tonos violáceos. El vino contiene taninos apreciables en boca, pero despreciables en suelo, piensa. En ese momento, comprende que lo invadió la nostalgia, dolor que se produce cuando no es posible regresar. No hace responsable a ninguno de los dos, sabe que el duelo tiene estos momentos de incomprención.
Nuevamente el vino lo hizo recordarla, nuevamente la copa, volvió a derramar lágrimas de vino.