En una silla...
Publicado en Oct 05, 2020
Teletón.
Fue la mañana de un 11 de septiembre de hacen dos años, cuando iba camino de la escuela. Tenía yo trece y me vi fortuitamente en medio de una manifestación de jóvenes gritando consignas políticas, portando carteles, desafiando a la policía y tirando proyectiles. Al estar frente a ellos, asustada giré e intenté huir, sin advertir por dónde iba y crucé la calle corriendo. Una camioneta me impactó fuertemente, levantándome por el aire y cayendo luego al pavimento con desgraciadas consecuencias que hasta el día de hoy, fecha aniversario del accidente, me tienen postrada en una silla de ruedas, con mi corazón entristecido por no haber podido continuar con mis naturales sueños juveniles como normalmente lo hace una mayoría. Mi madre, con su carita cansada, como se la he venido notando desde bastante tiempo, hoy por la mañana me ha hecho el aseo y me ha ayudado en gran manera a vestirme y, con las dificultades acostumbradas, me ha puesto sobre la silla. Me besa en la frente y me toma el rostro con ambas manos, mientras me dice: -La mañana está horrible. El sol no ha sido capaz de asomar tras esos nubarrones negros. Será necesario una de tus mejores sonrisas para iluminar el jardín mientras hagamos tus ejercicios que nos encomendaron en TELETON. Levanté la mirada lentamente y giré mi cabeza hacia la ventana. Era cierto; la mañana era muy triste. Pero desde la noche venía fraguando en mi mente lo que en ese instante haría y le respondí a mi madre su solicitud diciéndole: -Creo que será tu sonrisa la que ilumine el mundo entero, mamá. Me quedó mirando con cara de pregunta, porque no entendía de lo que yo hablaba. Puse ambas manos en los brazos de la silla y con un notable esfuerzo me empujé con ellas para lograr alzar mi cuerpo y conseguirlo. No fue fácil mantener el equilibrio, prueba de ello es que mi madre, sorprendida y asustada, hizo el intento de sostenerme. Pero yo le hice un gesto para que no interviniera, mientras yo quedé totalmente erguida frente a ella. Se llevó su mano a la boca y me miró sin poder creer lo que sus ojos veían. Con una evidente torpeza moví una de mis piernas hacia adelante y como un saltito, hice lo mismo con la otra, realizando mis primeros pasos luego de tanto tiempo. Mi madre lanzó un grito de alegría, se llenaron sus ojitos de lágrimas y me abrazó cayendo ambas sobre la silla nuevamente… Por la ventana se filtró un débil rayo de sol que había logrado asomar por entre esos negros nubarrones y clarear el jardín de nuestra casa.
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Magnolia Stella Correa Martinez
Gracias Maria Jose.
María José Ladrón de Guevara
Gracias a ti por tu comentario.
Un abrazo.
Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
Todas las patologías invalidantes, sean congénitas, o provocadas por accidentes o enfermedades llevan una carga emotiva de gran impacto, La víctima, como su entorno, van progresivamente incorporando esa invalidez, como definitiva y natural desconociendo que en la parte lesionada, hay siempre una necesidad de que algún día tendrá alas para superarla y ella, la madura en silencio, experimentando diariamente pequeños movimientos que pasan inadvertidos a quienes lo rodean tanto a nivel familiar como hospitalario. El tiempo pasa como dice la canción, pero la esperanza crece y en este caso de aquella niña de 13 años que por evitar una manifestación huye, y encuentra ese accidente trágico para su vida, va creando esa dependencia rutinaria pero con una lucha interna que la lleva desafiar una invalidez y hasta dar ese paso inesperado para su madre, de no solo levantarse por sus propios medios sinò también de dar sus primeros pasos en forma voluntaria e independiente. Ese momento que fue como si hubiese sido mágico, se debió a una fuerte convicción de superación de esa niña para vencer sus limitaciones.
Felicitaciones María José
María José Ladrón de Guevara
Gracias, amigo por darme tus señales.
Un beso.
Marijó.
FLORIMAR DAVILA - TALEPCIO
María José Ladrón de Guevara
María José.