La vida que no debieron tener.
Publicado en Oct 12, 2020
La vida que no debieron tener.
Guerra, eso es lo que había en el mundo en esa etapa de mi vida, gente cayendo al suelo sin vida, peleas entre países, muerte. Corría tomando su mano con fuerza, los soldados se acercaban, no podía dejar que nos descubrieran, descartaba la idea de verla desplomarse en el sucio piso de tierra con la mirada fija en la nada, su cabello se sacudía con frenetismo, su vestido roto en sintonía con el viento y la mirada de terror que clavaba en mí, sabía que ir a la iglesia ya no serviría, no concederían el beneficio de la duda para disparar, nos dirigíamos al mismo lugar donde la conocí, el túnel de minería abandonado, que ayudaba a solventar la economía del pueblo. Mis pies dolían con cada paso que daba, las piedras de camino se insertaban en mis plantas descalzas, pero con la determinación de salvarla no podía parar en este momento, el trote de los caballos resonaba en mi cabeza, el sonido de los disparos en el aire era un recordatorio de que la muerte se acercaba sin esperar, que tu destino podía acabar sin previo aviso. Un sollozo vino de la casa en donde nos ubicamos para descansar brevemente, en esta se encontraba una joven al lado de un cuerpo, ella intento ir a consolarla pero la detuve, no era necesario ver más sufrimiento. Bam, bam, bam, disparos y gritos se adueñaron del sonido, mi corazón latió con fuerza, el terror se apoderaba de mí, la mire a los ojos intentando convencerla con la expresión de la mirada de que todo estaría bien, necesitaba creer eso. La alcé en mis brazos para poder avanzar más rápido, en la lejanía escuche el grito de esa joven y como se acalló de forma abrupta, no pude evitar llorar, mi única esperanza era ese túnel viejo, el atardecer se tornaba de un color rojo como si la sangre de las víctimas hubieran conquistado el cielo. La montaña se hacía ver entre las casas destruidas, los árboles intactos mostraban la plenitud de la vida, algo que se había perdido años atrás. La baje despacio, me asegure de que estuviera bien y proseguimos nuestro escape de la muerte, bajando apresurados la colina y agarrando los troncos de los árboles para no caer, veíamos como el río se hacía más grande con cada paso, esa prenda blanca desgastada por los años se balanceaba como la primera vez que la vi, llegamos a la orilla pero no había nada que admirar, una pulsación en mi cabeza me dejo anonadado, la sangre se había hecho una con el agua, no estaba esa transparencia que antes mostraba. Su llanto me alejó de mis pensamientos, fui a abrazarla cojeando lo más rápido que pude hacerlo, recostó con cansancio su cabeza en mi pecho, su delgado cuerpo se estremecía con cada sollozo, las lágrimas que intente contener salieron sin más, me encontraba desconsolado, sosteniendo a lo único que me daba el motivo para vivir en mis brazos, la calma del bosque nos envolvió, dos niños llorando, dos niños que nunca debieron presenciar tal escenario, dos niños que lo perdieron todo cuando tenían nada. Con las piernas temblorosas por el dolor, la ayude a levantarse, caminando rodeamos el río de desesperanza, adentrando al campo que conectaba al lugar donde podríamos vivir, nuestros cuerpos agachados se cubrían con los largos pedazos de hierba, el cosquilleo al sentir el pasto era algo reconfortante. El anochecer se acercaba con cada tramo que avanzábamos, la venida de la luna anunciaba la luz en la oscuridad, lo bueno en todo lo malo, la ilusión de encontrar el camino en lo que se cree el final. Mi pie izquierdo se encontraba inflamado y podía notar el cansancio en las muecas que ella hacía, quería cargarla para que no sufriera, pero apenas lograba caminar. Unas vigas sujetas a la montaña aparecieron en nuestra vista, no estaba destruida como pensé que lo estaría, seguía intacta, como en los años de felicidad, apreté su mano con fuerza y corrí cojeando, la adrenalina recorría mis venas, su risa de entusiasmo me hizo abandonar el dolor, al llegar a la entrada caí de rodillas en la tierra sintiendo el rigor de esta, ella me movió con preocupación, recostándome en el suelo sin saber qué hacer, mi pierna había empezado a tornar un color morado, la adrenalina comenzaba a disiparse y un quejido escapó de mi boca, la aflicción de saber que esa parte de mi cuerpo no se recuperaría sin medicina quebró mi fuerte de emociones, brotando todas en una cascada de lamentos, me cubrí con mi antebrazo para que no contemplara esta parte débil que oculté todo este tiempo, quería cerrarlos para que dejaran de surgir. Una suave caricia recorrió mi mejilla, se quitó la capa que la envolvía y la colocó encima de mí frío pecho, “es momento de cuidar de ti para poder devolver lo que hiciste por mí” pronunció esa frase en un susurro casi imperceptible, asombrado deje que su voz me deleitara, siendo raro escucharla, no hablaba si no era necesario, esas catorce palabras valieron lo suficiente para no desvanecerme en la desesperación, al final estábamos a salvo, no existían personas con armas para acabar con nosotros, solo éramos nosotros en la soledad de la naturaleza. -Briana Farrera.
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humberto bermudez
Briana Farrera
Elvia Gonzalez
Briana Farrera
Mara Jos Ladrn de Guevara
Te felicito por tu relato.
Un abrazo.
María José.
Briana Farrera
Magnolia Stella Correa Martinez
Un abrazo.
Briana Farrera
Raquel
Muchas veces, a mis alumnos les cuento (y les contaba). lo que es ser niño en época de guerra. Que a ellos les faltaban todo lo que
a ellos niños de aquí y hoy, les sobra ..De cosas que tienen: estudiar, ser considerados y tratados realmente como niños, jugar en las plazas, en los parques, elegir muchas veces sus juguetes y no precisamente empuñar las armas ..Les cuento de muchas navidades que pasan esos "niños" en trincheras o porque son soldados o porque son niños y están ocultos con sus familia en algún recoveco o sótano...Realmente me he emocionado con "La vida que no debieron tener" de tu autoría,. Y te aseguro, Briana, si tú me lo permites, lo he de narrar a este texto cuando se normalice todo. Esas catorces palabras que expresa la niña caló hondo en mi alma.. Querida amiga...Emotivo relato...Que Dios te bendiga. Besos Raquel (yo me sentí ahí en ese lugar por donde corrían para esconderse agarrándome también de los troncos de los árboles...Pero no me lastimé pies ni tobillo)...
Briana Farrera
Raquel
kalutavon
Briana Farrera