La mariposa negra
Publicado en Oct 25, 2020
En estos días previos a la celebración en México conocida como Fiesta de todos santos, en los comercios locales ya se puede vislumbrar un gran colorido de adornos, muchos ajenos a nuestra hermosa tradición que es la de recordar con gozo a quienes ya se nos adelantaron. Para ello en mi hermoso pueblo, las familias se preparan de diversas maneras, desde la engorda de los pollos, gallinas, guajolotes o totolas para el delicioso mole, o la molienda del cacao para la inigualable bebida con la que se recibe por la mañana a las almas, el chocolate. Así empiezan los preparativos y no se puede olvidar encargar el pan de muerto, el resobado, y el exquisito Pan de yema, para este tiempo es mi preferido, a mí me encantan los que hace mi cuñado Saúl Pérez, tiene un sabor peculiar y distinto a todo el pan de yema que he probado, pero mi madre siempre lo encarga con otra señora muy conocida también, ella a cada pan le pone el nombre del difunto que se le indica, muy colorido y con la típicas calaveritas de pasta. Se compran velas de cera blanca con tiempo anticipado para que no falten, se asea la casa y se van a limpiar las tumbas y todo el cementerio. Cada año dejaba mi hogar familiar para llegar a la casa de mi madre y participar de esa mística tradición, el olor a las flores de yagüee me endulzan el alma. Antes de salir ponía en la mesa un vaso con agua, una botellita de mezcal y unas frutas, mi hijo mayor por cuestiones escolares siempre se quedaba en casa. En un día que hablamos por teléfono me dijo: ¿Mamá cuando regresas? tu papá llegó cuando te fuiste, ¿cómo? No Sali de mi asombro e insistí, ¿por qué dices eso? -Recuerdas que el año pasado que no pudiste ir a Oaxaca pusiste un altarcito y llegó una gran mariposa negra que se posó en una de las esquinas de la casa muy cerca de la ofrenda? -Si lo recuerdo, pues ahora igual Mamá, aquí está la mariposa en el mismo lugar, no se mueve para nada, es tu papá que vino a visitarte. Recuerdo muy bien que a nuestro regreso a casa, lo primero que hice fue entrar y buscar la mariposa, efectivamente allí estaba todavía, como si estuviera esperando pacientemente. Me acerqué y coloqué un gran vaso de agua y unas frutas al tiempo que le hablaba con todo mi cariño como si él pudiera escucharme, después de unos minutos, voló y Salió de la casa, y con lágrimas en los ojos le dije: ¡Hasta el próximo año mi viejo!
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