Se me abrió el  corazón dos veces mientras pronunciaba aquellas palabras, mismas palabras en  ocasiones distintas, pero al fin y al cabo misma humillación. 
Eso es lo que sentimos las personas inseguras, cuando nos hieren, nos ignoran o rechazan, agrupamos todo en una misma bolsa para nosotros no hay diferencia. Es un sentimiento horroroso que te aterroriza, porque te hace creer que estas perdiendo al ser amado.
Sea cierto o no, andas con tu corazón y tu ego herido, pensando en lo humillado y triste que te hace sentir el desprecio de esa persona que tanto te importa. 
Querés llorar, estás muy triste, te mirás al espejo y pensaste en más de 100 motivos por lo  cual te hayan podido dejar de querer. Te duele. 
Pasan los días, te vas partiendo con cada mirada fría, con cada hielo en la habitación, con cada gesto de indiferencia y se va disipando ese miedo, al mismo tiempo que nace otro peor.
Es el que más te asusta, que las cosas sigan su curso, que nada presente arreglo. Y de a poco tu amor se convirtiendo en una sana amistad, con un interés proveniente de la costumbre, y lentamente se transforme en indiferencia.
Estas aterrado, porque sabes algo que todo el mundo subestima, tenes un detalle de vos mismo que todo el mundo ignora, fiandose de tu amor y de que siempre estás ahí. 
Te agarras la cabeza, intentas mentirte, y te dormis, esperando que no sea demasiado tarde...