Hace ciento diez años murió León Tolstoi
Publicado en Nov 27, 2020
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Por Roberto Gutiérrez Alcalá
 
León Tolstoi había renunciado a su estilo de vida aristocrático y tenía la intención de ceder sus tierras a los campesinos y los derechos sobre sus obras literarias a la humanidad, y llevar una existencia sencilla, austera, en Yásnaia Poliana, su finca rural localizada muy cerca de Tula, Rusia; sin embargo, su esposa, Sofía Andréievna, se oponía radicalmente a sus planes.
 
El 11 de septiembre de 1910, pero del calendario juliano, vigente entonces en Rusia, el autor de La muerte de Iván Ilich, Guerra y paz y Anna Karenina, entre otras obras memorables de la literatura universal, escribió en su Diario “[…] Hablar con ella es imposible porque, en primer lugar, para ella no son indispensables ni la lógica, ni la verdad, ni la transmisión verídica de las palabras que se le dicen o que dice. Cada vez estoy más cerca de la huida. Mi salud se ha desmejorado mucho.”
 
Las peleas y discusiones entre los esposos se agudizaron en las semanas subsecuentes. Así, en la entrada del 1 de octubre del Diario del escritor ruso se puede leer: “Me resulta terriblemente doloroso este mal sentimiento que tengo por ella y que no puedo vencer cuando comienza su interminable parloteo sin sentido ni objetivo […]”
 
La situación empeoró aun más, hasta que en la noche del 27 de octubre se produjo un violento encontronazo que obligó a Tolstoi a dejar Yásnaia Poliana.
 
En la noche del día siguiente, en compañía de su médico, Dushan Makovitski, el escritor ruso llegó al monasterio de Óptina Pústyn, donde pernoctó. Y al otro día fue a visitar a su hermana Maria en el convento de Shamordino.
 
El 30 de octubre, su hija Alexandra lo alcanzó para apoyarlo en su fuga, y como temía que Sofía Andréievna lo encontrara y lo hiciera volver a casa, prosiguió su camino, pero al poco tiempo presentó fiebre, motivo por el cual buscó refugio en la estación de tren de Astápovo, en Lípetsk.
 
Allí, Makovitski y Alexandra lo acostaron en el cuarto del jefe de la estación y pronto se dieron cuenta de que Tolstoi estaba muy enfermo de neumonía.
 
Finalmente, al cabo de una semana de sufrimiento y agonía, hacia las seis de la mañana del 7 de noviembre (20 de noviembre del calendario gregoriano, vigente hoy en prácticamente todo el mundo), el escritor ruso falleció a los ochenta y dos años (a Sofía Andréievna se le permitió verlo tan sólo una hora antes, cuando ya estaba inconsciente).
 
El autor de “Cuánta tierra necesita un hombre”, el mejor cuento jamás escrito, según Joyce, fue enterrado dos días después en el lugar que él mismo había elegido: entre unos abedules de Yásnaia Poliana, sin que se llevara a cabo antes ningún tipo de ceremonia.
 
Uno de sus aforismos dice: “El cuerpo son los muros que delimitan al espíritu y le impiden ser libre. El espíritu intenta incesantemente apartar esos muros, y toda la vida de un hombre sensato consiste en ensanchar el espacio delimitado por estos muros, en liberar al espíritu del cautiverio del cuerpo. La muerte lo libera completamente. Y por eso la muerte no sólo no es terrible, sino que es una alegría para el hombre que vive una vida verdadera.”
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Foto del autor Roberto Gutiérrez Alcalá
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