Rissoto en año nuevo.
Vaya forma de acabar el año, música apacible sonando en la cocina a un volumen tolerable, la fragancia abundante del tocino friéndose de forma lenta y precisa inundando mi sentido del olfato, escuchando a la gente platicar en la acera junto a mi ventana sobre sus asuntos extravagantes, escojo el arroz mientras dejo reposar la carne ya frita, cuando deposito los gruesos granos en el sartén rebosante de mantequilla y cebollas salteadas una duda surge sobre mi futuro: ¿acaso seguiré con la misma rutina los siguientes doce meses?, siento como una nube espesa se posiciona sobre mí, sacudo mi cuerpo como un animal mojado tratando de secarse y me concentro en cocinar.
Mi lista de reproducción ha terminado así que busco en youtube otra que me resulte llamativa, el canal presenta una transmisión con el nombre de “Living Coffe” es lo suficiente interesante para que lo reproduzca enseguida. Siento el maravilloso olor inidicándome que es hora de dar el siguiente paso, con delicadez agrego el vino blanco Trapiche Chardonay que compre una tienda online proveniente de Mendoza, Argentina; el aroma se apodera del lugar con potencia, atraída observo con felicidad como el arroz en su punto absorve el líquido como una bestia enfurecida pero a la vez mostrando sus mordidas elegantemente. 
¿Qué es lo que anhelo hacer el 2021? Podría escribir hasta el cansancio y acabar con mi cuaderno de historias vacío, ver todos los programas de cocina o estudiar más para romper límites, sí… solo es un podría. Rebano en cuadros la manzana que escogí en el mercado, deseo que la señora Sindy tenga un hermoso comienzo por las tres manzanas de pilón que agregó a mi bolsa además del buen trato que me brinda cada día, sirvo los granos regordetes en mi plato favorito, el blanco desgastado de la cerámica logra resaltar los colores crema y amarillo de mi platillo, dando pequeños pasos imitadores de bailes famosos deposíto los cubos de fruta, exprimo con fuerza el limón más grande que encontre, salpimento sin dudar la cantidad y extiendo el jugoso pedazo de tocino, lo miro por unos segundos pero algo falta… ¡Menta!, con sutileza extiendo las refrescantes hojas imitando una montaña, ahora sí, una comida digna de ser la última cena de la década.
Apago la bocina y busco a tientas con la mano izquierda el interruptor, balanceo la derecha para mantener el equilibrio del plato, con cansancio me siento en el sillón de cuero, prendo mi televisión de segunda mano para buscar un programa al azar, a la vez regañandome por no escoger una película o serie con anticipación. Asustada dejo el plato en la mesa rayada de dibujitos, a pasos largos voy a la repisa buscando el encendedor en el camino, reclamandome aún más prendo la vela con perfume a cerezas, antes de dirigirme a mi asiento veo a mi hermosa madre con su sonrisa radiante en la fotografía, esa alegría me contagia y la imagino caminando por el paraíso en un descanso eterno.
Comiendo mi Rissoto de manzana me topo con las noticias, nuevos brotes en el país, una cepa de coronavirus y la vacuna, con nostalgia veo a las personas siendo inyectadas, si mi dulce viejita hubiera tenido la oportunidad… ¡No!, pienso rápidamente, dejo de suponer y comienzo a repetir el capítulo “Florecen las flores en la colina de Pony” de Candy Candy por novena vez, sí, así terminará mi año, con un suspiro, la emotiva canción de inicio del programa, arroz con manzana, un refresco de dos litros para mi y la soledad. 
-Briana Farrera.
 
Nota: Muchas gracias por leerme, les deseo un feliz año nuevo, esperando que sus propósitos logren realizarse, un saludo afectuoso.