A Daniela
 
No me crean cuando digo que soy feliz, tengo una casa , una familia, tengo un  trabajo, rio, me divierto, llego a casa estoy con mi hijo, beso a mi esposa, hablo con mi madre, acaricio en la frente a mi abuela, tengo billetes en la cartera, y después me voy a dormir. Caigo en un sueño somero, un sueño cansado, un sueño sin ilusión, un sueño sin sueño. Me pregunto qué sera y sólo me responden los ecos de tu risa, tus ojos verdes y terriblemente ofuscados, tus labios sabor a rimas, sabor a éxtasis y a música alegre. Esta imposibilidad de tenerne recalca el papel en el mundo, el saber que la tierra sigue girando a la derecha, que en las mañanas tomaré el acostumbrado y ocre café de todos los días y me enfrentare a este mundo lastimero y mordaz. Siento que algo me muerde las piernas, luego sube lentamente y me araña el estómago, se coloca al lado de mi pecho y finalmente se adhiere en la cabeza y se queda ahí todo el día hasta que al final del día antes de lavarme los dientes y hacer el amor con mi esposa me hiere de muerte. Cómo dar nombre a algo que no tiene nomenclatura ni ontología, cómo olvidar si perdí la memoria el día que te fuiste, como hacer el amor si el amor eres tu. 
Eres magia y rima, verso y estrofa, canción y letra, cielo y tierra, mar y arena, luz y sombra, la nada y el todo...
Nunca te olvidare y te prometo que antes se acaba el tiempo y el universo se contrae de fallar a la promesa de tenerte de vuelta, en esta vida o en la otra, jamás me daré por vencido, te esperaré hasta que la vida nos vuelva a encotrar aunque en este momento mi incertidumbre se vuelve soledad. Te amo y donde quiera que estés recuerda que el hados nos unira, el hilo de Ariadna nos mantendrá unidos en este laberinto de soledad, frió y oscuro.