Los Cuentos de Textale. Captulo Tercero: La Alta Maestra.
Publicado en Apr 03, 2021
Un poco cohibido, por la llamada a la puerta, se sacudió la chaqueta, se apretó la corbata, se colocó bien las gafas y se alzó de su silla.
Se quedó un momento quieto, escuchando la voz de su mente, que le decía: ¡pregunta antes de abrir! No te vayan a interrumpir de escribir. Y él, mirando hacia la puerta, dijo: está bien; y preguntó: ¿Quién es? A lo que una voz desde detrás de la misma respondió: Soy Franz K. Él que no lo había oído bien, dijo: Franca. Será una señora supongo. Y con cara de asustado, por sí era alguna señora que quería un puesto de empleada de la limpieza, dijo: Perdone ¿Dijo usted que es Franca? Y él huesped de detrás de la puerta volvió a responder: ¡No, hombre por Dios, que soy Franz K.¡ El escritor, agarrandose a la silla, porque no daba crédito a la que oía, dijo: me voy a sentar, antes de caerme, no será quien estoy pensando. No será ese señor llamado Fran kafka. ¿Qué hará aquí? Seguro que no viene por la oferta de trabajo, ese viene a robar mis ideas. ¡Malo! Y sentandose en la silla de nuevo. Relimpiando su chaqueta de terciopelo. Agarró sus papeles. Y dijo: Esta bien, pase usted, y cierre la puerta al pasar, por favor. Y efectivamente, entró un señor, que se decía era un antiguo escritor. Y el pensador lo invitó a sentarse a la mesa. Junto a él, para que le explicara, porque llamaba a su puerta. Buenas dijo. Buenas respondió. Pase, pase y tome asiento, que estaba leyendo, aquí en estos mis aposentos. Sí ya veo. Aunque esta usted un poco sólo ¿no?. Pues verás no se que decirle. Podría decirse que espero algunos personajes para entrevistarles, aunque aún parece que es un poco pronto y estaba haciendo tiempo. Y al caso, que usted apareció a destiempo. ¡Uy!, disculpe, es que pasé y vi el cartel. Y como yo en otro tiempo fui escritor, y tan sólo el tiempo me lo reconoció. Pues pensé que tal vez, ¡no se, usted sabe! Que quizás, podría ayudarme con los sin sabores de mis amores. El pensador, con cara de: ¿eso a que viene? No entiendo nada, de lo que dice este gentil caballero. Será que le dió un donaire. Mientras tanto, la mente, le decía, este trae malas intenciones, ese señor es de los que mando quemar los libros. No te fies, que es malo. Y aquello que, Franz K. se sentó, cabizbajo, se quitó un sombrero que llevaba, lo dejo sobre la mesa blanca y le dijo. Verá. He visto que busca a un profesional. Y yo venía, pues usted sabe. Hable hombre, hable, que me tiene en vilo, por no decirle en ascuas. Sí hombre, que venía a ofrecerle uno de mis personajes, porque el pobre, está muy preocupado. El pensador, haciendo muecas, con el rostro desencajado de sorpresa. Dijo: ¿cómo dice? Que quiere que contrate a uno de sus personajes. Sí eso es. Verá usted, es que el pobre anda muy apenado, desde hace algunos años, porque lo dejé embarullado en un proceso. Y desde entonces está que no levanta cabeza. Porque sigue pensando en su inocencia. Y claro, cuando vi su cartel; pensé que tal vez, usted le pudiera de dar una oportunidad para su cuento. Por eso de que la opción de la vida es como un reinvento. Entonces, el pensador, tras haberlo escuchado, viendo su lisonjera petición, se quedó espectante. Y dijo: A ver si lo entendí, usted me esta pidiendo que contrate a su personaje, sin ni tan si quiera asistir a la entrevista de trabajo. Sí eso es, a eso me refería. ¡Pero hombre a donde vamos a parar! ¿Qué tipo de escritor de buen postín haría eso?. Pues no se sí seré de buen postín, pero uno que se preocupa por sus personajes. Sí ya, visto así, tal vez tenga usted razón, además, yo también estoy aquí inmerso en un proceso, digo de entrevista de empleo. Y ya que lo veo un poco oriundo, triste y viejo. No le digo, que no lo pensaré. Le digo. Que tal vez. De aquel modo, levanto el ceño, Franz K., muy contento, se levantó de la mesa, le dió un abrazo, y dijo. Mil gracias señor, espero que todo le vaya bien. Y que la alegría y la risa de la jocosa vida le acompañé también. Al instante salió por la puerta através. Y el escritor, ya quedando en la habitación con sus papeles otra vez. Escuchó la voz del quehacer. Y dijo: Manos a la obra, ¿por donde me quedé? ¡Ah, sí!, esperando a que llamén a la puerta, otra vez.
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Raquel
Muy ingenioso y ameno el cuento de Textale :La maestría. .Qué lindo sería formar parte así, como personajes de una historia que de la mano de un escritor podría mostrar sus capacidades "actorales" entre las letras. .Muy bueno..Rq
J. C.
Daih
J. C.
Daih
Daih