Lléname ya de ósculos sinceros
para que siga embriagado de amores.
Dame tus besos queridos y ardorosos
y tu aliento feliz que pacifica.
A media tarde hagamos un desliz
en alguna cabañuela furtiva.
Quiero tramar descansos en tu alma
y conciliar mil veces mis besos en tu cuerpo.
Ya no quiero más dosificar mis labios
y que caigan en ti, protestatarios,
destruyéndonos los dos sin reverencia.
Absortos en los ardores de los ímpetus
dejemos el dolor que trajo las bajezas.
Ardamos entre policromías.
Hagámonos mitos observables:
El amor visto en sus más altas marejadas.
Yo te coronaré con mi seminal espuma
y me hincaré siempre delante de tu risa
y tú carcajearás con bello pragmatismo,
haciéndome tu inseparable caballero.
Con espontaneidad repetiremos los nombres
mientras nos enlazamos en humores trémulos
e intercambiamos murmullos fervorosos
y las caricias incineran las sábanas
embadurnadas de aceites y sudores
y de un amor duramente unificado.