Oscuridad.
Publicado en Jun 21, 2021
Fragmento 1.
Fuera de una casa se encontraba un hombre sentado, rodeado de una espesa oscuridad como el resto de personas que allí vivían. Su casa, cerca de las otras y a su vez muy lejana, solitaria pero concurrida, soñada pero sucia allí él vivía. Entre árboles inmensamente altos, tan altos que se decía que en la copa de ellos había dioses, dioses de oscuridad, dioses muy similares a lo que se conoce como un ser humano. Allí se encontraba como otra madrugada más, sentado afuera de su casa, cerca de la angustia y de la locura absoluta, quizás por eso se había de mudar allí, su casa era pequeña, minúscula, agobiante tan agobiante que no podía dormir. Sentado allí recordó las personas con las que el más se sentía en soledad, recordó cuando su familia que cerca viva almorzó en la cocina casi desocupada, como la mayoría de su casa. Entre una cantidad de palabras encontró un dialogo en su cabeza, una conversación donde se nombraba un ser, un ser casi inalcansable, sin ropa ni atuendo, sin género ni identidad, un ser andrógino del cual perfectamente podrías tener miedo o enamorarte. Entre los árboles, aquellos pronuncies arboles de hojas que cortan y madera que quema, por ahí se encontraba, justo los que él veía detalladamente como en todas las madrugadas. Fragmento 2. Una somnífera madrugada, una como todas las anteriores mientras se encontraba allí sentado aquel hombre de oscuridad, viendo una vez más los arboles que frente a él estaban. Esa noche fría, de oscuridad intensa, decidio sin temor ni recelo abandonar la soledad que allí él sentía. Se acerco a la inmensidad de un árbol, sin buscar nada, olvidando todo dialogo que tuvo con el la madrugada pasada. Sintió el frio de la tierra en sus pies, tierra ceca, extraña al tacto y sin pensarlo se acerco a esos arboles que conocía detalladamente, se acerco al siguiente y al siguiente y sin casi darse cuenta se había sumergió en el mar, mar de hojas sin fin. Se sintió perdido, pero acompañado. Sentía no estar solo por primera vez, aunque allí no hubiese nada más que tierra agrietada y una brisa fría, como las de invierno, muy similar al frio de su casa. Y de la nada, llovió, después de años llovió. Un calor insoportable sintió y por un instante pensó en el miedo. Un ser, una luz, indescriptible, confundible con los dioses de las copas, ni siquiera llego a vislumbrar su apariencia, solo los sentimientos que todo este hecho le causaba, se presento ante el. Encantado su mejilla acarició e invobil el allí quedo. La mañana siguiete fue encontrado muerto, entre el vacio, la soledad, un dia de calor.
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juan carlos reyes cruz
Elvia Gonzalez
Daih