DOS MADRES
Publicado en Mar 14, 2022
Son las 6:30 de un oscuro amanecer en Lima, Perú. A través de la ventana de la cocina, Patricia contempla la leve llovizna que riega el jardín, al tiempo que disfruta a pequeños y espaciados sorbos, una taza de café colombiano, según ella, el mejor del mundo, mientras recuerda con nostalgia: familia, amigos, vecinos, calles y paisajes que han quedado en su entrañable Colombia desde donde emigró hace ya cinco años con un equipaje de esperanzas y su único hijo, de diecisiete años (para ese entonces), en busca de mejorar su situación económica y la de su familia en Colombia. Agradecida por la acogida que le ha brindado el país extraño, recuerda que, a pesar de que llegó al Perú con las manos repletas de ilusiones y los bolsillos clamando una moneda, pudo sacar a su hijo adelante luego de que, en su amada Colombia, el muchacho desde los doce o trece años más o menos, ya disfrutaba el peligro del vicio y la vagancia. Sin embargo, gracias a Dios y a su lucha férrea por salvarlo de ese riesgo, hoy en día, a sus veintidós años de edad, su único hijo es un hombre trabajador, ya tiene casa propia, es independiente y la ayuda a ella bastante en lo económico. Inmersa en ese estado de nostalgia y agradecimiento, el timbre de su teléfono móvil hela la sangre en sus venas y un pánico desconocido atora el grito en su garganta, sin saber el por qué. No es para menos. Patricia mira su móvil para ver quién es que la llama tan temprano y contesta ansiosa, aunque ya calmada. · Hola Marina, buenos días. Dice Patricia, inquieta. · Buenos días, Patricia. Ya te enteraste? Ya sabés que mataron al hijo de Carmenza por robarle el móvil? Carmenza y su hijo de veinticuatro años, también colombianos, amigos de Patricia y Marina. Patricia no puede contener el llanto, solo atina a gritar: · No puede ser, no puede ser… tengo que llamar a Carmenza, tengo que llamar a Carmenza… Luego de la breve charla, Marina se despide para permitirle a Patricia llamar a la amiga colombiana para solidarizarse con ella en el cruel momento que está padeciendo. Sin embargo, la consciencia del subconsciente, siempre nos alerta, aunque la hagamos a un lado. Patricia, decidida y comprometida con llamar a su compatriota y amiga, va y viene dentro de su casa; cada que toma el teléfono para llamar a Carmenza, recuerda alguna cosa que tiene que hacer: ordenar la ropa, sacar la basura, lavar el baño, comprar el pan, etc. Hasta que pon fin se ocupa de lo que su subconsciente le ha venido retardando, y entonces se sienta cómodamente para llamar a Carmenza a expresarle su solidaridad y brindarle acompañamiento y apoyo en lo que ella pueda. Sin embargo, primero entra una llamada, mira la pantalla del móvil que dice: hijo, la contesta para hablar primero con su muchacho. Al cabo de un rato, mientras aguarda en la sala de espera a que le traigan a su hijo, Patricia recuerda lo que le dijo el profesor de algebra cuando fue a cambiar a su hijo de colegio por los problemas que se le venían presentando: “Señora, tome consciencia que no está solucionando el problema, dese cuenta que solo se está llevando el problema para otra parte”. Levanta su rostro bañado en lágrimas y cae de rodillas al contemplar, a lo lejos, a su único hijo tras las frías rejas… Personas y ciudades, ficticias; personajes y hechos, verídicos. Más allá de esto, una realidad tan cruel como cierta; tan indeseable como repetitiva. Dos madres unidas por el amor y el dolor por su único hijo… dos mamás separadas por una tumba y una cárcel. NADIE imaginaría siquiera, ser una de ellas…
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Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
Dos madres y dos tragedias. Dos hijos y dos distintos finales pero que suman dolor, impotencia y dudas. Féretro y rejas; todo un símbolo que amalgama a dos madres. Tal vez, el destino, que siempre he sostenido que no se busca sinò que uno choca con él. Deparó esos destinos en ellas con finales que desgraciadamente significaron lo no deseado, una bala por un móvil, un futuro feliz que se mostraba del otro desperdiciado terminando lamentablemente en la cárcel. Amor y dolor, frecuentemente van de la mano.
Felicitaciones Magnolia
Magnolia Stella Correa Martinez
Un abrazote, Gustavo.
aljana pausinni
Entre todas las especies vivas, el ser humano es el único que ha mostrado casos de sacrificar la vida propia en aras de defender de la de sus crías. ¿Por qué no, entonces, dedicarles todo nuestro tiempo?
Bien por mostrarnos tu relato, amiga, porque nos sirve para estar siempre alertas en un mundo recargado de banales tentaciones.
Un abrazo
Aljaqna
Magnolia Stella Correa Martinez
Saludos desde Colombia, amiga.
Lucy reyes
Te felicito y te admiro.Mgnolia Stella.
Cariñoso saludo,
Lucy
Magnolia Stella Correa Martinez
Saludos desde El Cerrito vallecaucano, amiga.
Beto Brom
¡MUY BUENAS LETRAS!
Abrazotes van amigaza
Magnolia Stella Correa Martinez
Un abrazote desde Colombia, amigo.