Fue en un bar de carretera donde la conocí, el autobús hizo una estación todos los pasajeros se bajaron para refrescarse un poco, ella estaba sentada en la barra tomando una cerveza, con la mirada perdida quizás en sus propios pensamientos, era llamativa, de cabello negro azabache y ojos miel, yo me le acerque pues creí que era la única persona en aquel lugar con quien se podría conversar, yo le dije hola y ella me dedico una gran sonrisa, su nombre era Lía y también escapaba de su vida, después de algunos minutos de conversación me miro fijamente a los ojos y me dijo... "estas muriendo mi niña"... mis ojos como platos delataron mi sorpresa, no me veía tan mal como para que mi rostro llevara un letrero de moribunda.
El autobús se fue sin nosotras y ella me invito a quedarme en su casa, era un lugar campestre muy lindo de prados verdes y una cascada a la que ella había llamado "vida"
En su propiedad además de ella vivían una pareja de indígenas que aun conservaban su dialecto original que Lía hablaba con gran fluidez; al verme la mujer dijo una frase que no comprendí y Lía me la tradujo diciendo... "la muerte te busca, pero el amor te encontrara primero".
En la hacienda de Lía me reencontré conmigo misma, esta mujer me daba lecciones de vida en cada charla, y sin embargo ella no hablaba de si misma, no había fotos que hablaran de su pasado, no había compañero, ni hijos, ni recuerdos. Entonces un día me decidí a preguntarle por que nada en aquel lugar mostraba su vida, a lo que ella respondió sin mucho afán... "para morir solo necesitas recordar en tu mente, las cosas materiales te llenan de dolor, mientras que tu elección de imágenes y recuerdos te permitirán morir sonriendo"... ella también estaba muriendo!
Mi leucemia me mataba, el sida la acababa lentamente, mas su aspecto físico no revelaba absolutamente nada, era verdaderamente hermosa y quizás en los treinta, poco a poco me fui haciendo a su ritmo diario de vida, ordeñar las vacas en la mañana, llevar heno a los caballos y luego un baño en Vida, en la tarde una copa de vino blanco en el portal mientras mirábamos la puesta de sol, cada noche la cena era de gala con manjares en la mesa y música de fondo, ella en especial se vestía como para una gala en el castillo de un príncipe.
Una noche me dijo que siempre disfrutaba la noche como si fuera la ultima por que no sabia cuando su amado esposo vendría a buscarla, así que dormía vestida para salir a danzar con el en cualquier momento, fue lo único que supe de su pasado.
No había forma de que mis padres se comunicaran conmigo, ya que había tirado mi móvil en la carretera, poco antes de llegar al bar.
Pensaba mucho en Gabriel, la ultima vez que estuve con el lo mire por dos horas dormir y llorar mientras repetía mi nombre una y otra vez... creo que ese fue el detonante para mi huida, no soporte verlo sufrir.
Mi engañosa salud parecía estabilizarse extrañamente durante aquellos meses con Lía, creo que por primera vez en mi vida sentía eso de lo que tanto hablaba mi madre...paz interior.
No había reloj, ni calendarios, ni televisión, solo un antiguo estero que solo servia para escuchar música, nadie nos visitaba y solo de vez en cuando salíamos al bar.
Una noche después de la cena Lía se levanto muy de prisa de la mesa y me señalo el portal, allí nos sentamos y me dijo... solo escucha, no podía escuchar mas que los sonidos de la noche en el campo, pero ella tarareaba una canción, me dijo con voz segura... esta noche danzare para siempre con el amor de mi vida y tu mi amiga tendrás que aprender una difícil lección, mas al final entenderás que todo fue por amor.
Sentí una corriente terriblemente fría que me estremeció, por primera vez en mucho tiempo sentí miedo, una urgente necesidad de llamar a Gabriel, a mis padres, a mis amigos, pero no había teléfono.
Esa noche quede profundamente dormida casi sin darme cuenta, no se si estaba soñando o si realmente estaba despierta, pero podría jurar que vi a Lía bailar con un caballero que irradiaba luz.
Al amanecer la señora indígena estaba en la puerta de la habitación, sin decir una palabra me entrego un sobre y luego simplemente se marcho.
En el interior del sobre un teléfono móvil y una carta que decía:
Te aman y te esperan... nunca desconocieron tu paradero, solo quisieron darte tiempo, ahora es tiempo de ir con ellos... Gabriel necesita despedirse.
Sentí un terrible mareo que me obligo a sentarme estaba confundida y creo que por algunos instantes perdí el conocimiento, luego pude ver el carro fúnebre que llevaba el cuerpo de mi amiga Lía.