Circunscrito a los muelles lejanos
siento las directrices poderosas del alba:
En ninguna de ellas va mi gélido vacío.
Soy un nudo entre las tablas amarradas.
Soy un nodo donde se enlazan las tristezas.
Mi presencia pasa entre las confusiones
y rugen las barcarolas que van hacia el olvido.
Los emigrantes huyen a lo lejano
y llevan su dolor y su justicia
también llevan sus sueños y sus hambres
y una hogaza de pan petrificada.
Veo la cerrazón moverse a la deriva
y mi alma se recoge y retiene en luto.
Soy un monumento derruído
que finge no pensar en sus escapes.
Quizá soy el último bardo que se exilia
y se ultima en el horizonte desbordado.
He de estimar las últimas glorietas.
Los talles blancos que una vez me acompañaron.
Aquellas frondosas con quienes intimé
y que partieron de mí dejándome su infamia.
Las de preclara mentalidad y agraciadas
y las obtusas como ciegas semilunas.
Algunas pocas bocas que me resumieron
y las más empeñosas que jamás me abandonaron.
A todas extrañaré en lo basto y lo ignoto
de un futuro incierto que ya empieza a azotarme.