Epidemia de Tristeza
Publicado en Jul 06, 2022
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Nadie sabe cómo vino, y mucho menos cuando se irá, la única certeza que le queda al pueblo de Santa Elena es que ahora está asentada en cada rincón de cada hogar, en el follaje de los árboles, en el filo de las bancas de los parques o en las luces de las lámparas que ocho en punto de la noche prenden su foco. Se ha alojado sin intenciones de retirada. La primera víctima de este lamentable suceso fue doña Inés, una viejecita viuda de 76 años que una mañana salió a regar las macetas de la planta alta de su casa, de repente, cual ladrón furtivo, la asaltó una profunda tristeza que en lapso de su vida jamás había sentido, ni aún cuando murió su marido con quien compartió 53 años de angustiosa y solemne vida. De la nada, soltó la regadera con que a diario humedecía las gardenias y como si se apoderara de ella un espíritu de inmensa melancolía se arrojó al vacío.
Los transeúntes que miraron la escena no daban crédito a semejante escena; los vecinos que la conocían sabían que era una mujer que, a pesar de su edad, conservaba una pulcritud mental envidiable. Uno de ellos don Javier Paz, honorable capitán del quinto regimiento de infantería del ejercito mexicano era vecino de la calle donde vivía doña Inés, al ver este suceso, quedó tan conmocionado por dentro, sintiendo una sensación de vacío solo equiparable a la que sintió cuando en la sierra de Nayarit asesinó a una familia de huicholes por órdenes de arriba …  y al llegar a su casa tomó su revólver calibre 32 y se voló la tapa de los sesos enfrente de su esposa…
Otro vecino de la calle, Don Alfonso López, un alcohólico empedernido manejaba a esa hora después de haber ido por su acostumbrada botella de tequila, observo el incidente, primero pensó que eran alucinaciones del alcohol, acto seguido, una opresión en su corazón lo agobió de tal manera que perdió la orientación del camino y como si fuera un flashazo, recordó el momento en que encontró a su esposa en la cama con otro… piso el acelerador a fondo y con deseos inmensos de morir choco contra un poste de luz, el accidente fue fatal. Isela fuentes acaba de llevar a sus hijos a la escuela cuando doblando la esquina presencio el hecho, soltó las bolsas de mandado con los jitomates, sopas y condimentos que llevaría para la comida, entró en estado de trance y recordó el abandono de su padre cuando tenía ocho años, se dirigió a su casa y sintiéndose desamparada y terriblemente sola, abrió las llaves del gas, se recostó en el sillón en posición fetal y murió por intoxicación.
El rumor se empezó a esparcir por todo Santa Elena, era una especie de amenaza latente que zigzagueaba como serpiente homicida con los colmillos repletos de dolor y ofuscación. El centro fue la casa de doña Inés y de manera arbitraria, la epidemia de tristeza se empezó a esparcir hacía los cuatro puntos cardinales, al oír el rumor de la muerte las personas entraban en una especie de sueño, de recuerdos olvidados y angustiantes, recordando el peor momento de su vida y como si fuera una hecatombe emocional se hundían en una profunda depresión y solo sentían unos insaciables deseos de morir. Cada uno, movido por esa urgencia que los abatía se suicidaban con el primer medio o herramienta que encontraban; había amas de casa que cortando la cebolla o los vegetales se enterraban el cuchillo clavándolo en el estomago con todas las fuerzas de sus brazos hasta que se iban desvaneciendo poco a poco y desangrándose, la mayoría de ellas antes de tomar esa decisión recordaban las infidelidades, la violencia o la constante soledad que sentían y como rito oriental procedían al harakiri. Se usaban también los elementos naturales para este irremisible hecho, unos abrían su cisterna o los tanques donde almacenaban el agua para su vivienda y se hundían en ellas colocándose peso en sus pies para no poder salir, eran minutos desesperantes, no tanto por el horror de morir ahogados, sino por los recuerdos que les anegaban el alma. Los dependientes de la gasolinería del pueblo se roseaban gasolina y se prendían fuego presas de falta de cariño, compensado con “ese calor” el calor que les faltaba. Otros más de plano incendiaban su propia casa o los trabajos donde laboraban con su familia adentro o compañeros prendiendo fuego en cada una de las cuatro esquinas de los inmuebles e inmolándose e inmolando a los otros para “salvarlos” del dolor. Otros más se enterraban vivos, sin necesidad de ataúdes o féretros ostentosos. Este procedimiento era compartido, una especie de homicidio-suicidio, parejas de novios, esposos o amigos decidían cavar un par de hoyos, no tan profundos, el primero se acostaba en la improvisada tumba y el otro lo llenaba de tierra, después el segundo se recostaba en la suya y con sus propias manos se empezaba a arrojar la tierra, desde abajo, empezando por las piernas, después el pecho y dejando las manos libres para seguir tapando la cara. Los instintos de supervivencia de las personas eran anulados, la tristeza suprimía cualquier intento de buscar vida; era el método preferido por los religiosos ya que “polvo eres y en polvo te convertirás”.
Había quienes usaban una cuerda para colgarla de una superficie alta, atar un pesudo nudo en ella y ahorcarse, infalible y certero modo. Había quien no quería perder tiempo en estos menesteres y se colocaba tapones de materiales consistentes en los orificios nasales y en la boca para dejar de respirar, lo usaban mucho las personas que se sentían asfixiadas por las constantes preocupaciones que sentían en su vida diaria, deudas, acoso escolar o ansiedades.
En otros tantos, los síntomas no eran notorios a corto plazo, sin embargo, sentían que poco a poco perdían interés por las cosas, no se levantaban de la cama y la mayoría de los habitantes eran indolentes e inmutables a la muerte que merodeaba en las calles, un muerte altanera y precipitada. Las autoridades del país delimitaron el área y decretaron una orden de no acercarse a un kilometro a la redonda, estaba estrictamente inaccesible por el riesgo de contagio. Los pocos que tuvieron la osadía de hacerlo, sucumbieron ante Tánatos. No obstante, los niños parecían tener una especie de inmunidad ante este padecimiento. Ellos parecían aún no tener signos ni síntomas de esto; surgieron varias hipótesis del porqué esa invulnerabilidad, una de ellas fue que aún no habían vivido situaciones traumatizantes o estresantes que los sumieran en un estado de sopor, otra más apuntaba a la inocencia característica en los niños, la cuál anulaba los estados hipocondríacos.
El número de habitantes disminuyó drásticamente, la mayoría de los sobrevivientes vivían en una constante abulia, depresivos y deambulantes. No comían, no bebían y no les preocupaba en lo más mínimo los demás, ni siquiera sus padres e hijos, solo ideaban la manera de morir. Había formas verdaderamente extraordinarias de suicidio, por ejemplo, una señora que al ver a sus tres perros hambrientos, ya que llevaban semanas sin ser alimentados, decidió untarse sangre de puerco condimentada y se lanzó hacía ello, otro más se sacó los ojos de sus órbitas como un Edipo moderno y murió desangrado. Cada día caen en forma de lluvia decenas de cuerpos de lo alto de las construcciones más altas y de lo alto de las iglesias, por las noches se oyen gritos espeluznantes, pero al mismo tiempo de alivio… con todo esto nadie sabe cuándo acabará este aire contaminado tan deprimente y opresivo y mientras escribo estas últimas líneas me siento angustiado y cansado, comienzo a asomarme desde la ventana del tercer piso de mi casa y a sentirme cada vez más apagado.
 
 
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Foto del autor Julio Beltrn
Textos Publicados: 59
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Descripción

Que lamentable es el hecho de vivir la depresin, ya sea en carne propia o de manera cercana. Ahora imaginemos el hecho de vivir en una ciudad que padece una epidemia de melancola. Hipcrates hibiera sealado un descompesacin humorstica.

Palabras Clave: Epidemi Tristeza Cuento

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



Comentarios (1)add comment
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juan carlos reyes cruz

Está bueno el cuento para que lo lea el cura antes de una confesión... Para que al creyente la consecuencia lo pille claramente confesado...
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July 06, 2022
 

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