La Morsa
Publicado en Jul 13, 2022
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En el tiempo que pase recogiendo la basura en el anexo, aunque fue poco, conocí varias mujeres y sus historias. Una de ellas, ¡la morsa¡ no era amiga de nadie, pero todas la adulaban con tal de obtener el último centímetro de su cigarrillo. Fumaba a toda hora de día y de noche, tenía una toz salida del fondo del pulmón, de esas que remueven todas las flemas del cuerpo. Ninguna me supo decir cuánto tiempo tenia presa ni qué edad tenia realmente. Era una mujer de cuarenta en adelante sus uñas estaban manchadas de nicotina y ese mismo color amarillento le rodeaba los labios una trenza canosa le llegaba a media espalda. Algunas reclusas murmuraban que la morsa mato a su marido por una discusión en medio de un juego de cartas que eran jugadores empedernidos y ninguno iba al trabajo que apostaban entre sí ganando y perdiendo el mismo dinero, si alguno quedaba sin plata entonces el otro le prestaba, y continuaba la partida. Dicen que el marido se atrevió a hacerle trampa. Siempre había alguien en desacuerdo con alguna de las versiones. Bastaba con mirarle a los ojos para saber que todavía le dolía su vida anterior, también la apoyaban muchas de las reclusas por haber agredido a sus esposos mal tratadores. Las que entraban a la cárcel por esos motivos eran bien vistas por el resto, o al menos nadie se atrevía a desafiarlas. Con la morsa era diferente. Habría sido una innombrable de no ser por esa historia que ella no contaba. El único detalle preciso era que había matado al marido y que ya no era la misma mujer que antes de entrar en prisión, ya no tenía los ojos tan lindos ni era blanca de piel suave y con el cabello lacio. Oír hablar de esa cierta belleza de la morsa resultaba macabro, bastaba mirarla, sus manos callosas, las uñas sobre la carne ensangrentadas de tanto morderse los pellejos, el cabello escaso y quebradizo sobre la frente la piel áspera sobre un aspecto sucio, de su celda salía un olor a orine nauseabundo, más pronunciado que cualquier tufo característico de la prisión. De ahí ese nombre tan peculiar ese apodo por el que respondía sin molestarse, olía a morsa, aunque nadie allá visto ni olido una jamás, se desplomaba en su cama como un animal cansada y era torpe en sus movimientos una morsa con todos los argumentos de la ley a veces se sentía mal, no lo decía pero era evidente. Quizás por eso comenzó el rumor de que le darían la libertad para que muriese en su casa. Esas dos semanas que estaría allí pasaban volando por eso insistí a la morsa que me contase la verdad de su caso, un día me senté frente a su celda para hablar y felicitarla por estar a días de cumplir su condena, le pregunte que sería lo primero que aria al poner un pie en la calle, me dijo que se comería una taza enorme de pollo y papas fritas dijo que me contaría su caso ya que se terminaba su condena y volvería a casa que sería la última vez que lo contaría y era solo para dejar ese pasado en esa prisión que todos llamamos el monstruo y llegar a casa sin pasado. Las mujeres pegaron sus caras a los barrotes para oír la historia. Nos conto como antes de ser esa mujer a la ellas conocían como la morsa era una mujer normal y bonita, y en esa parte no pudo continuar, respiro, y dijo que no era para nada la mujer más linda del mundo, si no una más, algo atractiva, graciosa, de buen cuerpo y buenas piernas siempre un poco gordita. Nos conto que se caso con su primer novio y que fue el único hombre en su vida, tuvieron un hijo un varón al que llamaron Eduardo. En ese punto hizo un esfuerzo por continuar, respiro profundo y enseguida se volvió a escuchar aquella voz estentórea explicando que su hijo estaba muerto, que tenía solo 8 meses de nacido cuando ella y su marido despertaron una mañana y lo encontraron asfixiado. El niño ahogo con las sabanas y las almohadas que estaban a su alrededor a la morsa se le salieron las lagrimas. No pensé en la posibilidad de verla llorar. Luego agrego que ella se desvelaba cuidando y amamantando al bebe, que la noche que el niño se asfixio fue un día duro y se acostó muy tarde y cansada y callo desplomada y no abrió los ojos ni un instante. Su marido lloro mucho en el velorio y ella a pesar de la tristeza consideraba exagerado el sufrimiento de su esposo. Las mujeres preguntaron el nombre del tipo y la morsa dijo ´Antonio´ como si sacara esa palabra de la base del cráneo de un lugar al que nunca iba a buscar nada. Dijo que Antonio le confesó un día mientras jugaban cartas que si escucho llorar al niño durante la madrugada y espero a que fuera ella a cuidarlo a amamantarlo como todas las noches, pero ella seguía dormida y Antonio escuchaba el lloriqueo del niño pero que no tenía deseos de cargarlo no a esas horas hasta que el llanto no volvió a repetirse y él pensó que el niño ni siquiera tenía hambre que se avía quedado dormido otra vez. La morsa hizo una pausa en ese momento y llegaron los guardias para contarnos hora del numero. No tuvimos tiempo de terminar la historia esa misma noche se llevaron a la morsa fue trasladada a enfermería y días después a la calle. Nadie dijo nada sobre la morsa en esos días. Me legro que saliera en libertad y aunque fue solo una parte de su historia nos quedo claro el motivo por el cual Carmen Sandoval ´´la morsa´´ paso tanto tiempo en prisión… fin 
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Foto del autor Miguel Gomez
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Descripción

Palabras Clave: historia entre lineas

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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