D.VERNICA Y EL REGRESO A LA INFANCIA
Publicado en Aug 19, 2022
MARIAN MILLER
VERÓNICA Y EL REGRESO A LA INFANCIA A mis profesores, en especial a los que me enseñaron a escribir… Hay que cortar las ramas, antes de que lleguen a troncos (Almudena Grandes). VERÓNICA Y EL REGRESO A LA INFANCIA EL PAÍS: “Esta semana se han producido dos muertes en el Colegio Nuestra Señora de Covadonga, más conocido como de La Salle, en el Valle de Turón (Asturias). Según la fiscalía, hay signos claros de violencia, por lo que se ha abierto una investigación por parte de las autoridades correspondientes de dicho municipio. Daremos más información, cuando haya nuevas noticias.” - Te has enterado de lo de Asturias, ¿no era ese tu colegio? - Sí, ahí estudié. Mi familia es de allí, ya lo sabes Verónica - ¿Qué es lo que ha podido ocurrir? - Ni idea, es un colegio con mucho misterio, porque durante la guerra sirvió como cárcel y lugar de ejecución, por lo que se dice que los difuntos andan por allí vagando. - No pienso ir - No lo he dicho por eso, pero me ha llamado mi primo, que es el fiscal del distrito, y me ha comentado que si tenía pensado unas vacaciones, ahora era un buen momento. - Que lo pases bien - Vamos Verónica, no voy a ir sin ti, es más bien un favor personal como en otras ocasiones, él no sabe de tus poderes (ya lo admitía, aunque me costaba hablar de ello). No tenemos ningún caso nuevo, y por qué no vamos a disfrutar de un tiempo en naturaleza. Tendrás alojamiento gratis, y la comida correrá a cuenta mía, te lo aseguro, conozco buenos sitios. Anímate, ¿qué vas a hacer sola en Madrid mientras esté por allí? - Tengo vida - Por supuesto, no lo dudo - Déjame pensarlo - No hay nada que pensar, pero como quieras Esa misma semana cogimos el tren dirección a Asturias, no muy convencida, pero tenía razón, no tenía mucha vida social en Madrid sin él, ya que Charly se estaba alejando de mí, sin saber por qué, suponía que había conocido a alguna compañera de trabajo. No estaba enamorada, pero le echaba de menos, como a cualquier amigo que te da calor en un mal momento. Cuando estaba montada en el tren, justo antes de salir, me pareció ver a alguien que se parecía a Pierre. Había recibido llamadas sin contestación, pero fueron ocasionalmente, no me llegaron a asustar, hasta que me pareció ver como se despedía. Llevaba una gorra de New York, y sonreía. Estaba algo cambiado, cuando lo conocí tenía una melena rubia, digna de admiración de cualquier artista, ahora llevaba barba y se había rapado, pero podía asegurar que era él, una nunca olvida la cara de quien ha amado. El tren empezó a andar, me dio algo de miedo volver a atrás, porque no alejaba la mirada de mi ventana, como diciendo aquí estaré cuando regreses a casa. Se lo fui a comentar a Víctor, pero cuando lo señalé, ya no estaba, solo vi cómo se marchaba, sabiendo que sería su mejor coartada. Mi querido jefe me pidió que me tranquilizara, que estaba un poco obsesionada con la experiencia en Málaga, advirtiéndome que si hubiese vuelto, no se hubiera conformado con despedirse en la estación, mínimo se hubiera acercado para besarme o hacerme daño. Insistió en que era agua pasada, y ya sabemos que esas no mueven molinos. Seguro que estaba en Francia, haciendo daño a cualquier otra muchacha. Lo dudé, pero sabía que aquí tenía antecedentes, y que si volvía, por cualquier tontería, podrían encerrarle, no creía que su obsesión por mí, le hiciera cruzar esa raya. Me apoyé en el hombro de Víctor, habíamos salido de Madrid, ya podía tratarle como algo más que un jefe. Cuando casi cojo el sueño, me comentó que había visto a Charly cenando con una chica bastante más joven que él, morena, delgada, de pelo corto, atractiva. Suspiré, lo imaginaba, pero me dolió que me lo dijera. Había estado con Héctor, no tenía motivos para molestarme, pero como siempre pasa, cuando hace una la jugarreta, pues la justifica y no pasa nada, pero cuando se la hacen a una, la persona es mala. No quise continuar con la conversación, porque se dicen muchas cosas que no se piensan realmente desde el dolor, así que volví a cerrar los ojos, intentando relajarme, por si me esperaban fantasmas en el valle. Llegamos sobre las doce, había venido su primo a recogerle, por lo visto tenían un caserío familiar cerca del colegio, y allí nos quedaríamos. Había comprado leña y comida, para que nos sintiéramos a gusto. Parecía un hombre agradable, con el mismo estilo de Víctor, con clase, pero algo desenfadado. Nos montamos en el coche, y nos puso al día: los cuerpos habían aparecido en lugares diferentes en el colegio, en días distintos. Una era la directora del colegio, rondaba cerca de los setenta, este año se iba a jubilar, quien apareció en el patio del colegio, como si se hubiese tirado de la cornisa, pero tenía signos de lucha, y el otro cuerpo era de un profesor, también entrado en años, ahorcado en la biblioteca, aunque en esta ocasión no se sabe si fue por decisión propia, o también una forma de camuflar otra muerte violenta, porque ven difícil que con su edad y la artrosis que padecía, pudiera trepar por las estanterías. Pensé que sería extraño que se hubiesen suicidado o los hubiesen asesinado por meterse en algún jaleo, porque tenían bastante edad, y no es hasta que temes a la muerte o te acercas a ella, cuando te das cuenta del regalo de la vida, mientras vives de puntillas, sin apreciar cosas sencillas como el cariño de una mascota, la belleza de una flor, la felicidad de una buena infancia, el calor de un hogar, el amanecer a orillas del mar, un trozo de pan recién hecho, un beso...esas cosas simples, que son un tesoro, pero parecen insignificantes hasta que puedes perderlas o ya solo son recuerdos. Siguieron hablando, y yo empecé a marearme, creo que comenzaba a entrar en esa tercera fase, en donde viven los muertos. Soltamos las maletas en el caserío, y marchamos al colegio, nos estaban esperando, era una visita especial, como antiguo alumno, no para hacer un interrogatorio por un caso aún no resuelto. El jefe de estudios había ocupado el puesto de la directora, y también era quien mantenía la comunicación con la policía. Al final el primo no llevaría la investigación, pero ayudaría en lo que fuera posible, como Víctor. Se trataba de un pueblo, todos más o menos se conocían. El colegio era sacado de un cuento, un poco dejado, pero eso pasa cuando tienen años, aunque tengan un buen mantenimiento. Los alumnos habían vuelto a la normalidad, algunos habían descubierto los cuerpos, pero se intentaba no hablar de ello, una vez que se explicó la situación. Estaban en la sala de actos, ensayando la obra de final de clase. Se trataba de un baile de vampiros, algo excéntrico, pero parecía divertido, pensé que había entrado en la edad donde bailar no quedaba bien, solo en excepciones, cuando eras una profesional, aún era joven, pero ya había cosas que no pegaban mucho, y más con mi pelo, que me hacía mayor, si es que no te fijabas bien en mi cara con piel de porcelana. Me llamó la atención una niña con tirabuzones, guapa, y algo distraída, como pensando en otras cosas. Tendría unos diez años, y parecía una princesa, a pesar de que su tutú era negro, y su cara estaba llena de polvos de talco. Se nos acercó el nuevo director, y una vez que se hicieron las presentaciones, nos dijo si queríamos ver las salas donde habían muerto y sus habitaciones, a lo que contestamos que por supuesto. Dentro del edificio vivían algunos religiosos, y cada uno tenía su propia habitación. La directora y el profesor también tenían su cuarto, ella tenía poca familia, además tuvo problemas, algunas personas comenten un error y no existe ese amor incondicional como para perdonarlo, mientras otros hierran con maldad a sabiendas, pero no ocurre nada alrededor, ni en su conciencia. El profesor simplemente era un hombre muy despegado, por lo que solía quedarse en el colegio en las fiestas. Habían pasado prácticamente su vida allí, desde la guerra más o menos, porque antes fueron alumnos, como todo el mundo fueron niños antes que viejos. Nos dirigimos por un pasillo largo, muy largo, hacia sus dormitorios. Entonces me pareció ver a la misma niña, vestida con el tutú negro, cruzar de un lugar a otro. Me miró y me sacó la lengua, pero no pude decir nada, no me dio tiempo. No le di mucha importancia, aunque me pareció extraño. Nos abrió primero la habitación de Basilia, la antigua directora. Era la típica de una mujer de aquella época, con motivos religiosos por todos los lados, aunque el pecado fuese su mejor aliado. La ropa aún colgaba en el armario. Pregunté si tenía un diario o cuaderno de notas, que nos mostrase si tenía secretos, y explicase porque la lucha antes de caer al patio, pero dijeron que no, miré debajo del colchón, porque ahí se esconden grandes secretos, y nada. Si lo tenía, se lo habían quitado, porque me parecía que era la mujer típica, que por la soledad, escribía aunque fuese a su Dios, para que la acompañase en los malos momentos, ya que cuando no caminas acompañada, sin amor de cualquier tipo, hasta los dolores asoman en el cuerpo. Pasamos al cuarto de Salvador, ahí no parecía que algo pudiera llamar nuestra atención, pero si tuvimos una sorpresa: había un cuaderno con dibujos, por supuesto debajo del colchón. Las personas solemos ser poco originales, nuestro subconsciente es muy parecido, a no ser que seas un loco o un asesino, entonces suelen ser más excéntricos, para no ser descubiertos, por lo menos hasta que no se hayan cansado de matar en silencio. El cuaderno estaba lleno de dibujos de monstruos, pero con senos, eran fieras femeninas, incluso algo infantiles, no parecía explicar nada, solo que tenía una gran imaginación para dibujar, y eso demostraba una inteligencia algo superior, aunque no lo pareciera. Pregunté si me lo podía llevar, y me contestaron que la policía quería que estuviera todo tal cual, pero lo podía ver cada vez que quisiera. Lo dejé en su sitio, y fuimos a los lugares donde se produjeron los asesinatos. No había ningún resto del fatal acontecimiento, lo comprendía, había menores por todos lados revoloteando, lo normal a esos años. Miré al tejado, para saber exactamente de donde se había tirado, y ahí estaba la niña, mirando. Fui a comentarlo, pero desapareció, y la vi en el patio corriendo. Me asusté, pero no le quise dar mucha importancia, porque entre los niños siempre hay juegos, y a veces siniestros. Entonces pregunté, si solían subir los niños al tejado, me dijeron que no creían, pero que nada se podía decir con seguridad, había muchos adolescentes, que controlar, y la mayoría hijos de mineros, así que tenían facilidad para moverse por esos terrenos, son becados, y no pensaban que en sus casas les enseñaran buenos modales, más bien les motivaban a buscarse la vida desde bien jóvenes, por lo que eran más atrevidos que los restantes niños del valle. Fuimos al comedor, nos invitaron a comer, había un potaje de verduras, que me gustó bastante. Hacía tiempo que no tomaba algo caliente, y me sentó muy bien, después nos marchamos al caserío, para el café - ¿Qué te ha parecido todo? - Un colegio normal, no tengo ni idea de lo que ha podido ocurrir a esas dos personas mayores - Quizás tenían alguna enfermedad los dos, y quisieron quitarse la vida, antes del deterioro (pensé en Héctor) - Les han hecho la autopsia, y dentro de los achaques, tenían salud - Pues no tengo idea de lo que ocurrió - Viste algo, alguna señal - Solo a una niña corretear alrededor de nosotros, pero nada especial que añadir - ¿Y el cuaderno? - Un buen trabajo, aunque no haya sido expuesto, pero nada más por el momento - Le he dicho que volveremos, algo tendremos que apreciar, que nos ayude a desvelar el secreto - Eso espero, porque si no mi reputación quedaría mancillada, y nunca se sabe cómo vas a ganar el pan, no es mi primera opción, pero sería todo un reto - Si vas a dormir la siesta, el segundo cuarto es el tuyo - Creo que sí, iré a descansar un rato, los viajes siempre agotan. - Esta noche te llevo al pueblo, a cenar algo bueno - Eso espero, vine por la comida ( nos sonreímos) Dormí más de una hora, estaba agotada, cada día más, y sin saber por qué. No sentía nostalgia de Málaga, lo había pasado muy mal, pero cuando escuchaba una canción, si sentía añoranza de algunos buenos momentos. Mis errores los pagué muy caros, y ni siquiera tenía el deseo de justificarme, solo de empezar de cero, donde me diesen la oportunidad de demostrar que había cosas buenas en mí, incluso en mi intelecto, a pesar de no haber sido muy correcta en mi comportamiento. Durante todo el tiempo que pasé sola, me dio tiempo a perdonarme, e incluso a conocerme, dejé de imitar para buscar la aprobación de personas incluso insignificantes, encontré mi propio valor. Llegué a aceptarme, teniendo incluso la vida destrozada y una autoestima más que mancillada, pero veía bondad en mí, y puedo asegurar que no siempre la encuentras en otras almas. También descubrí que me había confundido principalmente en una cosa: por mi debilidad, aunque no lo pareciese, me había fijado siempre en personalidades fuertes, pensando que me podría apoyar en ellos, pero chocaban con mi carácter, hacían que tuviera una relación difícil, una se cansa de ser la parte débil de la que se acababan aprovechando, porque además de mis defectos, también tenía cualidades, y quizás había sido inocente al creer en el buen fondo del ser humano, en justificar el daño, pero no era tonta, tardaba en reaccionar, pero tarde o temprano lo hacía, y en estos meses me había dado tiempo a aprender de la experiencia que me había dado la vida, no sé si a mí me serviría, pero puede ser que si otras mujeres leen esto, puedan saber que no han sido las únicas, o les advierta que la maldad está más cerca de lo que una imagina. No sabía si iba a superar tantos traumas, pero la distancia me ayudaría a olvidar, o eso es lo que quería, y si Madrid me daba tranquilidad, intentaría agradecer la bienvenida. Me puse unos vaqueros con un chaquetón de espigas, junto a una bufanda morada hecha a mano, que tenía desde niña. Me prometió un buen cachopo, según decía el mejor que probaría en mi vida, la fabada asturiana la tomaríamos al medio día, porque si no me iba a acordar de esa tierra, y no de una manera digna. No me gustaba mucho la carne, pero tuve un proceso de anemia muy fuerte, y desde entonces intentaba llevar una dieta equilibrada, comer de todo, para que no me volviera a faltar las ganas de levantarme de la cama. El restaurante era muy sencillo, más bien parecía una fonda. Y fue correcto, la carne se deshacía en mi boca, como un manjar, sin que llevara miel, ni fruta. Tomamos una copa en un bar cerca, y allí nos esperaba el primo, a quien le vi más atractivo que a otras horas, supongo que la luna es un poco afrodisiaca y te levanta el ánimo, aunque no tengas pensado seducir, por lo que esperaba no ser tentada por un posible adversario. Me noté cansada, creo que estaba algo pesada de la cena tan copiosa. Víctor me lo notó, y me dijo que no me preocupara, que ya había llamado a un taxi, para marcharnos a casa. - Quieres volver al colegio por la noche - Por lo menos cuando esté anocheciendo, ahí es cuando salen los muertos - Intentaré hablar con el director, y que nos deje con cualquier excusa, como poder entrar en la biblioteca, para ojear algo - La verdad es que querría buscar una cosa por internet, y no sé si allí tendrían algún libro relacionado - ¿El qué? - Querría ver si los monstruos femeninos que dibujó Salvador, son sacados de su imaginación, o existen algunos parecidos en algún libro de mitología o cuentos fantásticos - Me parece bien, quieres empezar esta noche - No, la cena me ha dejado muerta, nunca mejor dicho. Suelo madrugar, antes de que te levantes a desayunar, ya habré echado un ojo por internet desde mi cuarto. ¿Va bien? ¿o no hay cobertura? - Va bien, por la cercanía del colegio, se mejoró mucho la conexión - Pues genial, mañana con el café te cuento - Que descanses. Estoy al lado para lo que quieras - Gracias, igualmente Dormí como si me hubiesen drogado, a pierna suelta, creo que el cambio de aires me vino muy bien. No soñé con nada, solo descansé, ¡qué tiempos tan maravillosos!, cuando solo hacía eso por las noches, cuando no tenía tantas preocupaciones. No se suele valorar, hasta que conoces el miedo realmente, hasta que ves que tu vida se puede acabar por el deseo de otras personas, hasta que ves que tu libertad no existe, porque te la coartan, porque quieren imponer su voluntad a tus simples deseos. Así que esa noche no recordé las desgracias, y dormí como un niño inconsciente de la maldad que le rodeaba. Cuando me desperté, sobre las ocho de la mañana, bebí mi vaso de agua en ayunas como siempre, y me fui al salón, había dejado mi portátil encima de la mesa del comedor. Me puse algo de ropa de abrigo, me senté con un cojín debajo, y busqué monstruos femeninos. Encontré muchos en la mitología clásica, según decían porque eran cuentos creados por el patriarcado, y realzaban la figura masculina frente a la femenina, pero no vi a ninguna que se asemejase a la de los dibujos. Pensé que quizás Salvador era un niño maltratado por su madre, y viese a la mujer como un monstruo, capaz de dañar en vez de amar, pero eso ahora no era lo que preocupaba, había que encontrar el significado de esos dibujos tan espeluznantes. Iríamos al colegio, y miraríamos otra vez el cuaderno, y algún libro de la biblioteca, por si más bien fuesen copias, en vez del aviso de algún demonio perdido. BAEL Su Rey le había mandado que cometiese un asesinato más. Habían conseguido que Verónica fuese al Valle, con un solo cometido: acabar con quien tiene conexión con los espíritus, porque dejaban de estar atormentados. No era una influencia buena para el Reino del Infierno, porque la maldad debe vencer a la bondad, ya que si no el ego de Bael sería un problema para el séquito. Su joven doncella haría por acabar con el cuerpo, porque ansiaban el espíritu de Verónica, ya que podría servirles de mucho donde solo hay fuego. Había entrado en el colegio, y la misión consistía en que de ahí bajase a los infiernos, porque no era un alma tan pura, para no conocer a Lucifer, ni los vasallos del maestro. Bael estaba atento, él mismo llevaría el acto, porque antes de que una niña dejase su cuerpo, la encandiló con sueños, para que fuese con él, y dejase el paraíso para los que querían trabajar, mientras en su vida dominase el juego. Lo que no sabía es que sufriría por el tormento, estaría cerca de su hermana, pero hasta ella la temería, porque no era la niña que dejó en el agua, cuando jugaban a los muertos. Irene e Inés continuaban juntas, pero nadie podía descubrir el secreto, nadie podía saber que se había convertido en la primera doncella de un Rey oscuro y siniestro. Los cuentos de hadas los dejó, para vivir un tormento, del que no sabía cómo escapar, porque dejó la libertad en la tierra, para ser esclava de un patrón perverso. LA BIBLIOTECA Llegamos al colegio sobre las doce, con intenciones de quedarnos a comer, porque para ser un comedor infantil, tenían un buen cocinero. Los niños estaban en clase, el jefe de estudios nos podía atender. Pedí ver primero el cuaderno, para hacer fotografías, y poder compararlas mejor con las que encontrase en la Biblioteca, fue entonces cuando descubrí un dibujo que me había pasado desapercibido, y que fácilmente lo identifiqué. Consistía en Bael, personaje mitológico considerado como el asistente personal de Satanás. Se le representa con tres cabezas: de sapo, de gato y de hombre, con torso lomudo, y con patas de araña, por fin un monstruo masculino. Miré a Víctor y le comenté quien era, también lo conocía y asintió triste, porque sabía que algo malo se avecinaba. Si era solo una figura copiada, no pasaba nada, pero si consistía en una visión, significaba que los asesinatos no iban a parar, hasta que por lo menos se le frenara, sin saber cómo conseguirlo. Esperaba que al menos tuvieran una Biblia en donde aprender a invocarlo e intentar que se alejase del colegio. El jefe de estudios no sabía qué era lo que ocurría, pero con una mirada Víctor supo comprender en lo que consistiría mi trabajo, antes de regresar a Madrid. Estaba claro porqué se habían producido las muertes, simplemente por la maldad del demonio. Existen los asesinos, más de los que se imaginan, el hombre es el mayor depredador de la Tierra, mata todo tipo de seres para alimentarse, pero solo vemos como asesinos a los que no tienen empatía ante el dolor humano o utilizan el sadismo, y no es cierto, hay quien ve el acto de matar como parte del juego de la vida, no tienen creencias religiosas ni éticas en las que les digan que eso está mal o que tendrán un castigo por ello. Simplemente actúan, y tienen la soberbia suficiente para creer que no se merecen ni una venganza, porque si el acto lo habían cometido ellos, estaba bien hecho, como parte del comportamiento de un niño mal criado por padres analfabetos en sufrimiento, por lo que solo había que rezar para no convivir con el sicario de tus sueños. Me marché a la biblioteca, con el brazo echado por el hombro de Víctor, sabía a lo que me exponía, y esperaba que el miedo a lo desconocido, no me llevase a ningún agujero. La biblioteca me recordó un poco a la de la película “El nombre de la rosa” de Umberto Eco, tenía encanto y misterio, me dirigí al apartado religioso en el segundo piso, y cogí una Biblia muy ilustrada, donde intentar averiguar algún secreto sobre ese demonio y su séquito. Víctor me dijo que iba a ir con el nuevo director a las habitaciones, por ver si encontraba alguna pista, si le necesitaba, solo tenía que utilizar el móvil. Me entró algo de temor, pero eche valor al acto de estar sola ante un libro lleno de misterio. Cuando salió por la puerta, entró un viento helado, que me dejó la cara fría, pero continué leyendo. Entonces sonó unos tambores, y vi mi final por un momento. La misma niña con el tutu negro se acercaba hacia mí sonriendo, iba cambiando de forma, convirtiéndose en los diferentes monstruos del cuaderno. Me asusté pero no podía reaccionar, estaba como inmovilizada. Los libros se caían de las estanterías, el viento se hizo más fuerte, y yo parecía que me rendía ante la maldad. La figura de Bael en la Biblia cogió forma y se unió a la niña, pude levantarme, los tenía enfrente. No podía chillar, y cuando ya no podía más, porque se estaban apoderando de mi espíritu y de mi mente, se me ocurrió rezar, mientras sostenía el libro sagrado cerca del corazón. Hubo un silencio, entonces los dos monstruos del infierno empezaron a gritar, y me empujaron antes de convertirse en ceniza. Caí por la barandilla, pero pude sujetarme, y por suerte Víctor entró, me agarró cuando parecía que había llegado mi muerte. Le abracé una vez que pisé suelo firme. Me preguntó qué era lo que había pasado, y le conté todo, sería la única persona que podía creerme. Me pidió que me tranquilizara, la pesadilla había terminado, pero debíamos averiguar quién era esa niña, que escondía uno de los más malvados seres. Fuimos a ver al director, para saber dónde estaba esa alumna, por lo visto se llamaba Inés, y según las cámaras, no se había movido de la clase. Me lo imaginaba, y pedí que me contaran su historia: era una niña rica, por lo visto lo pasó muy mal con la muerte de su hermana Irene en la piscina de la casa, y los padres pensaron que sería bueno para ella pasar más tiempo con otros niños, para que olvidara un poco todo, porque estaban muy unidas, por lo menos hasta que se cambiaran de casa, porque tenía escenas de pánico por las noches, y decía que la veía. Y la verdad es que desde que llegó al colegio estaba más tranquila. Particularmente no me parecía buena idea, porque según mi experiencia, cuando una pasa por un trauma, lo que necesita es cariño, comprensión y estar rodeada de personas queridas, pero suponía que lo habían hecho con buena intención, no quería pensar que se habían quitado el problema de encima. Al saber la historia supe claramente que la niña que se convertía en monstruos no era Inés sino Irene, quizás supieron llevar a su espíritu hacia el lado oscuro, porque un menor es un fácil objetivo. De repente ocurrió algo, Inés empezó a chillar en la clase, a tirarse de los pelos en el suelo, y a salirle espuma por la boca. Corrimos al lugar, junto a la enfermera del colegio, y al cabo de unos pocos minutos se tranquilizó, pero seguía inconsciente en el suelo. El profesor, que estaba dando clase, era sacerdote, y mientras la enfermera la atendía, dejó claro que no tenía ninguna enfermedad, que había visto muchos casos en Latinoamérica, y lo que le pasaba a Inés es que había sido poseída, por supuesto pensé en la hermana, dándome pena que el demonio hubiese entrado en dos personas con edades tan tempranas. Marchamos a la habitación del sacerdote, mientras Inés aún expulsaba babas. La tumbamos en la cama, el sacerdote cogió unas cuerdas para atarla, me pareció una atrocidad, hasta que vi sus ojos blancos y los movimientos de su nalga. Dijo que no me preocupara, que estaba controlado, tenía mucha experiencia en exorcismos, sería cuestión de minutos. Cogió el crucifijo que había encima de la cama, su bote de agua bendita, la Biblia de la mesita de noche y siguió con el ritual, uno muy parecido al que había visto en las películas. Cada vez que le echaba agua, Inés se retorcía, hablando en un idioma que nadie conocía. Todo era muy desagradable, pero parecía que iba haciendo efecto, porque el rostro de Inés volvía a parecer normal, y los movimientos dejaron de ser de una enferma mental, para volver a ser una niña. Cuando acabó todo, se quedó dormida, supongo que su cuerpo estaba agotado, había vivido un auténtico calvario. Le quitaron las cuerdas, pero la dejarían en ese cuarto esa noche, porque no querían que compartiera habitación, querían que se recuperara totalmente, y que con suerte no recordase nada. Iban a llamar a sus padres para que la recogieran al día siguiente, le dirían que había sufrido un ataque de ansiedad, y necesitaba el cariño de un hogar, ya habría tiempo de recuperar las clases. Comenté que quizás era mejor que no volviera al colegio, por la reacción de los otros compañeros, y todos asintieron. Lo mejor era olvidar, y como era tan joven, estábamos seguros de que lo lograría. Víctor y yo nos marchamos al caserío, casi sin mencionar palabra. Había sucedido todo muy rápido, y de una forma muy extraña, pero estaba claro que las dos muertes de los profesores fueron provocadas por Bael y su doncella, aunque sonase a una leyenda fantástica, algo extraño en esta época. Lo bueno de que fuese un colegio religioso, es que habíamos podido ser sinceros con lo ocurrido, no tuvimos que mentir, porque sabemos que los católicos creen en el demonio, en las posesiones y en todo lo que la Biblia dice, así que para ellos también les bastó la imagen de Inés en el colegio, para dar explicación a los asesinatos, por lo que intentarían bendecir todos los rincones del colegio, y así impedir que Bael se apoderase de más niños, ya explicarían de otra forma a la policía lo ocurrido. Nuestra misión había acabado, y nos había agotado como ningún caso anterior. Me daba pena haber visitado Asturias en estas circunstancias, y tener un recuerdo algo espeluznante, pero era parte de mi trabajo, así que intentaría no darle más importancia de la necesaria, seguiría adelante, aunque a veces pensaba en cuando llegaría el día en el que todo fuese tranquilo y agradable. MADRID Hicimos la vuelta a Madrid casi en silencio, me dio tiempo a pensar, porque todo se estaba complicando cada vez más, había corrido peligro, no solo porque mi corazón se acelerase con las visiones, sino porque me habían intentado matar, y no era la primera vez, Pierre también lo intentó en su momento, así que pueden imaginar cómo me sentía, ya la vida no podía ser tan maravillosa como para otras personas, conocía bien el peligro y el sufrimiento, algo que una no espera, ni se desea, a pesar de los errores que pudiera haber cometido. No le dije nada a Víctor, pero había decidido dejar el despacho, necesitaba tranquilidad en mi vida, y más por mis niños, si mi marido se enteraba de mis nuevas aventuras, me alejaría aún más de ellos, y una madre lo que quiere es estar con sus hijos, cuando fuese el momento adecuado, pero tenerlos en su vida, que se acabase el castigo, y para ello debía conseguir tener una vida tranquila y equilibrada, que nada de mi situación le pudiese afectar para no tener una buena infancia, así que lucharía por ello. Imaginaba que Víctor lo comprendería, más que jefe era un amigo, y le había hecho un favor, había terminado con los expedientes, y le había echado una mano en algunos casos. No era un adiós, me ofrecería a ayudarle, si lo necesitasen, pero desde mi casa, donde no tuviera que involucrarme demasiado, y donde los fantasmas ni los demonios me atacasen, sin correr más peligro, ni vivir situaciones que me alterasen, necesitaba paz, después de todo lo que había sucedido en mi vida, no quería cargarme con más oscuridad, si no que poco a poco entrase la luz en mi hogar, como antes de conocer a Pierre (me arriesgué y corrí peligro al tener relaciones con un desconocido, lo que puede salir bien o vivir la pesadilla que aún vive conmigo). No le comentaría nada en el tren, la semana que viene volveríamos a la oficina, ese era un buen momento para hablar, serían mis últimos días, los suficientes para dejar todo en orden, porque, como siempre digo, no hay más orgullo que lo bien hecho, así que le diría adiós a mi tiempo de secretaria, con un te quiero y gracias, no con el rencor de haber sido explotada. No quería más malos recuerdos en mi vida. Cuando llegué a mi casa, tuve una sorpresa, aunque mi estado anímico no era el adecuado. Charly estaba esperando el ascensor, coincidimos. Me dio un beso en la cara, cerré los ojos, me dolió, preguntó como estaba, si me encontraba bien porque parecía que tenía mala cara. Sonreí sin mencionar palabra. Me dio pena la situación, pero creía que no podía hacer nada, no sabía en lo que había fallado, hasta que una vez que llegamos al descansillo, cogió mi maleta, y la puso en la puerta, y antes de marcharse me dijo una frase: “ cuando realmente quieras a alguien en tu vida, no pasar algunos ratos los fines de semana, mi puerta estará abierta para ti, vivo al lado, solo tienes que llamar con tu albornoz blanco con mangas de murciélago, y te dejaré entrar en lo más profundo de mi corazón”. Me besó en los labios, y se fue a su casa. Me quedé quieta, mirando sus pisadas, y cuando solté las maletas en casa, lloré porque pensaba que jamás iba a conseguir que alguien que mereciese la pena se quedase a mi lado, quizás fuese culpa mía, porque no se debe empezar una relación, cuando todavía había heridas en el alma, a veces es bueno si la otra parte sabe curártelas, pero quien está dispuesto , así que volví a mi soledad, esa que desde hacía años me acompañaba, pero era mejor compañera que la traición, así que intentaría llevarme bien con ella, hasta lograr recuperar una vida sencilla y placentera, en donde el amor reinase, no la rabia. Miré mi coqueta con el cuadro, ya había decido no colgar el Ave Fénix, puse el cuaderno de dibujos que me dejaron traer del colegio, entonces vi mi ordenador personal y decidí qué hacer, cuando no volviese más al despacho: iba a intentar dedicarme profesionalmente a la poesía, no se me daba mal, de niña agradaban mucho a las personas a quien se las dedicaba. Tendría nuevos objetivos, aunque estuviese en edad adulta, donde el conformismo era parte del juego. Se trataba de una forma difícil de ganarse la vida, pero había heredado, tendría para comer, no para lujos, me lo podía permitir, porque era más importante ser feliz que rica. Tenía el nombre para el poemario que presentaría en algún concurso de importancia, se llamaría: “El Abismo de la Emperatriz”, me parecía perfecto para expresar todo lo que me habían hecho, y mejor aún, mis sentimientos. Sonreí, tenía una nueva ilusión, y eso era un buen comienzo, porque una vez que te faltan las ganas para empezar de cero, la vida no tiene mucho sentido, podríamos decir que comenzabas a morir poco a poco en silencio…
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