El zángano
Publicado en Oct 13, 2009
Soy el zángano vividor: A todas utilizo.
Declaro que soy perseguidor famoso. Soy un perro astuto que sabe sus servicios. Un criminal escondido en sus pulidas gafas. Evito acercármeles cuando hay testigos que puedan jurar mi nombre en el jurado. Las mujeres creen todavía en el amor: No saben que sólo es una reacción química. Vigilo sus cuadras en mi vértigo. Me gustan las divorciadas y las viudas y las que vienen de sepultar a sus parejas. No ando merodeándo por sorteo todo en mí está plenamente planificado. Toco las puertas de las fichadas y primero busco relaciones de amistad. Poco a poco las voy conquistando a fuerza de labia y buena maña. Me disemino a sus alrededores y las visito y desvisito hasta hacerles falta. Tengo la paciencia de los cazafortunas Me aparto de las que no tienen casa propia. Me gustan las de collares empolvados y las que sacan a pasear sus finas perlas. A veces me encuentro con alguna perdida y la invito a ser crápula y a lucrarse conmigo pero debe ser tan depravada y cruda como yo. Me encantan las que pronto serán abuelas y, con sus nietos, se sentirán más pusilánimes. Mi trabajo es pasar casi desapercibido y aparecer bruscamente sonriendo. Soy un haragán de oficio: Me encantan las hamacas y se llevar a las hembras a las lágrimas. A veces satirizo sus melenas mientras desfalco sus ahorros en euros. Me gusta dormir en catacumbas y no despertarme antes del mediodía. Y a la mujer que se pone fastidiosa las envío a viajes sin regreso: Eso sí, sin quitarles la vida.
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