A LA FERIA...
Publicado en Sep 27, 2022
A LA FERIA...
Tengo la certeza y la suerte de saber que ella es mi regalo más valioso. A diario disfruto lo angelical de su presencia; real, tangible; la presencia de un verdadero ángel. Un ángel hembra de carne y hueso, y que sin yo merecer tal, me ha bendecido eligiendo mi compañía. Porque soy yo el que goza del regalo de su belleza irresistible; y el que presume del premio de su valor incalculable. Era una de aquellas tías buenorras, mayores y platónicas de mi juventud, y que siempre creí inalcanzable. Y hasta tal punto creía yo a aquel pimpollo fuera de mis posibilidades que, cuando comenzamos lo nuestro ya muchos años después, reconozco que todavía me imponía el recordarla; y el verla tan o más hermosa que antes y el que aún estuviera tan buenorra. Por eso, doy siempre gracias a su padre y pido permiso en su casa cada vez que voy a por ella, a llevármela: - toc toc... ¿Se puede...? - Y ella me abre la puerta. - ¿Quién es...? No hay nada, nada, que me guste más que ir con ella a la feria. Llevarla a la feria yo... Entrarla de mi mano y como a una reina por la entrada principal, y que ella vaya eligiendo si seguimos paseando y hablando o si empezamos a montarnos. Y claro, empezamos. ¿Que lo quiere primero suave? subimos a los caballitos unas cuantas vueltas suaves. ¿Que veo que se aburre? nos cambiamos al carrusel, que es más rápido y da más vueltas. Y después ¿si veo que se acostumbra? para hacerla rabiar y que se asuste un poco, cambiamos al tren de la bruja entrando y saliendo una y otra vez a escobazos por el túnel. - ¡Que te pego...! Jajajaja... Y cuando veo que ya me pega ella, y se enfada de tanto susto al entrar y salir del túnel, entonces nuevamente cambiamos. Y la cojo, y de la mano juntos subimos a la noria. Sé que es lo que más le gusta: subir bien arriba y bien alto. Y venga vueltas, venga vueltas... ¡Qué alegría el verla con la boca abierta de par en par de puro gusto, o de susto...! Y por último, como sé que le gusta el tiro al blanco porque apunta y dispara muy muy bien, claro, siempre termina ella con un premio: que si un pito o una pelota, que si un algodón de azúcar, o que si un osito marinero... Siempre gana. Y así, cuando salimos de la feria y ella me mira, al instante sé, que ya se las arreglará para que su padre la deje salir otra tarde conmigo. Luego, los dos, callamos de la mano volviendo a su casa. Antonio Rodríguez Miravete. Juntaletras
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