Siempre recurría a mi creativa imaginación, buscando la manera de poder tener un segundo la idea de como sería el estar frente a frente, como sería nuestra primera conversación, como se sentiría estar ahí, como se sentiría el tenerlo. 
Usted fue el autor de noches de desvelo, acompañadas de insomnio, fue creador de las noches que solo veía el techo de mi cuarto y mis ojos se llenaban de preguntas que nunca llegaron a responderse, fue el creador y autor intelectual de aquella palabra que era desconocida para mí y que con su ausencia supe darle significado al morir de amor. 
Es raro, quizás fue mi culpa al idealizarlo, quizás fue mi culpa al sentir de más, quizás si fue mi culpa... Y quizás no la fue,  porque sus te quiero, los abrazos largos, los besos en la frente y ver ese brillo en sus ojos al acercarme, el nerviosismo que denotaba al estar junto a mí, ¿Dónde queda la culpa de esto?. 
Usted, la persona que me hizo emocionarme por primera vez, la persona que hizo que mi corazón latiera de maneras incontrolables, la persona que me hizo sonreírle a la pantalla del móvil, la persona que quise y ame por primera vez. 
¿Podría romperme mejor el corazón?
Y ya no volver, no volver a arrazar con esa piramíde de protección ante sus confusos sentimientos, ante la locura de que quiera que sea parte de su vida pero sin darme un lugar, de la tonta forma de querer llamar mi atención, de esa manera en la que me ve a los ojos y me hace querere correr hacía usted una última vez...
 
Querido lector:
¿Debería irme?