Princesa,
    nácar adorado que llenará mi vista:
    llegaste cuando la vida me vestía de luto
    y en el cierzo se hacía la forma de mi féretro.
    Yo ya no era nada como no lo fuí nunca.
     Cimentado en el fondo de mil acantilados ,
     desconocía yo de humeantes mariposas .
      de canciones rosadas que pueblan los oídos.
      Sonidos de guitarras nunca me penetraron,
      pues mi consistencia de duro leño mudo,
      se impregnaba de las más amargosas sibilancias del tedio/ terminaba mi vida sin haber germinado.Eran ya mis heridas llevadas por ponientes, como las amarillas fiebres que desolaban mundos y creaban inmensas vacuidades absolutas y de fríos que arrasaban con sus desesperanzas.../
         Pero llegaste tú y comenzaste a hablar
         de cosas inauditas que venían en tu canto.
          y entendí que la nada en que había existido 
           eran amarguras que se desvanecían.
        Tú eres la corona que deshelo mi sangre.