Publicaban los nobles osadías con tintas reales ,
 recorría las plazas el estruendo de un público horror ,
 y las Furias padecían las bajezas de los umbilicales 
 atrapadas como rosas enroscadas en un asombrado terror.
 Del Palacio nimbado presuroso salía el edicto 
 custodiado por guardas que jamás se podrían vencer:
   El decreto secundado de largos y vagos conflictos 
 que la muerte en su pórtico se negaba jurada a creer.
  El Hachero que creyose el dios que fundó los metales 
  se escondió con su débil banderas de paz tras pistilos.
    No podía creerse la victoria gigante que atrapaba el nectar de todos los males.
     El Rey empuñaba las dagas más malignas que quisiera su mayor y acérrimo mortal enemigo.
      La princesa, la primera en tenerse entre glorias 
       era electa a dejar de pensar en primores.
En el momento justo que Locura tomó las memorias
    del monarca volcado a terribles luctuosos edictos.
    La muerte de la princesa nombraban las gentes hincadas 
    y el terror sacudía el valor de las Hadas 
    Y fue tanto el espanto que el Sol corrió hacia los lutos:
  Junto a las flores cenicientos estaban los frutos.
   La maldad y la infamia tomaron deformes el reino
   donde las nieves cantaron sus póstumos cantos.
    Rodaron los falsos renombres y un cuello de cisne y mujer inocente
    salpicaba la sangre hermoseando los pastos calientes 
     Gotas rojas que cimbraron las nubes de espanto 
     y arrojaron los astros llorosos sus mantos 
     Formose el Dragón que atrapaba a las almas nombradas
  transformando el sepelio en sepulcro lo que allí ocurría.
   Que pesadilla sonara en las casas ufanas 
    la hermosa cabeza que mostraba a las cosas tan vanas !