Pensamos mucho y sentimos poco
Publicado en Nov 29, 2022
Una tarde de aquellas, en la que el sol calienta, pero no estorba, nos encontramos después de mucho tiempo.
Llegué más temprano por si acaso el transporte demoraba. Unos minutos después, arribó ella. Lucía tan hermosa y encantadora, como es de costumbre en su forma. Al tener puesto tapabocas, resaltaban más que nunca sus luminosos ojos. Nos saludamos con un acogedor abrazo. Como dije antes, había pasado un largo tiempo desde la última vez que nos habíamos visto. Pedimos algo para tomar y nos pusimos a charlar. Luego de haber platicado bastante, no recuerdo bien cómo llegamos al tema de que las personas pensamos mucho las cosas y no terminamos haciéndolas por miedo a fracasar, a equivocarnos o a ser rechazados y, por lo tanto, nos terminamos quedando con la duda de qué podría haber pasado. Fue ahí cuando le pregunté: – Y, a vos, ¿qué cosa por pensarla tanto no pudiste o no te animaste a hacer y te quedaste con la duda? – ¿Sobre algún tema en particular? -Preguntó ella. – Lo primero que se te venga a la cabeza -Le respondí. – Bueno… vos me gustabas, ¿sabías? -Dijo tímidamente, mordiéndose los labios. – ¿En serio? -Pregunté sorprendido, aunque tanto no lo estaba. – Sí, ¿en serio no lo sabías? -Replicó. – No lo sé, puede que sí. Solo que quizás no lo creía -Respondí tímidamente, procesando la situación. Luego de eso, se produjo un largo silencio en donde yo miraba fijo a la nada misma pensando en lo que me acababa de decir. Hasta que ella, que se encontraba sentada a mi lado mirándome, rompió el silencio: – ¿En qué estás pensando? – ¿Por qué nunca me lo dijiste? -Repliqué, todavía sin caer en la situación. – No sé -Respondió encogiendo su voz-, pensaba que no me veías de esa manera, que no sentías lo mismo por mí. – Pero ¿por qué no me lo dijiste? -Insistí, girándome y, ahora sí, mirándola a ella-, tenemos confianza. – No lo sé, ya te lo expliqué -Dijo, a la vez que agachaba su cabeza. En ese tramo, hubo otro instante de silencio en el que, esta vez, era yo quien la miraba fijamente y ella lo hacía hacia abajo. Intentaba aparentar firme ante la situación, pero la realidad es que me estaba sucediendo algo extraño en el cuerpo, algo que no sabría describir muy bien, que hace bastante tiempo no sentía. De repente, levantando su cabeza, preguntó: – ¿Qué hubieses dicho si yo te lo decía? – ¿Qué hubiese dicho si me hubieras dicho esto? -Repetí a su pregunta con dificultad para modular mientras mis manos se encontraban con las suyas. – Ajam -Respondió sonrojándose. – ¡Te estás poniendo colorada! -Exclamé acercándome lentamente a ella, a la vez que se me aceleraba el pulso. – ¿Qué? -Preguntó sonrojándose cada vez más mientras le acomodaba el pelo. Y fue un segundo después, el momento exacto en que nuestros labios hicieron contacto y se perdieron en un beso que, si bien no fue el más largo ni el más apasionado, fue el más tierno y sincero que di y recibí en mi vida.
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Daih
Lisandro