Escribo desde la cama que ocupó un parapléjico
         y alguno que otro hombre que ya fue hecho ceniza,
         Con el brazo penetrado por aceros tan dolorosos
         deletreo con la dificultad de los intelectuales graves lo que pueda mi zurda.
         La soledad se crece estos hospitales:son como museos que sólo muestran muescas,
         con pasadizos llenos de camillas de muertos, de sillas de ruedas arrolladas ,
         del olor congelante que perfora las caras de los que transitan a los quirófanos.
         Aquí todos tenemos los enigmas de un féretro abierto ungido en creolina
         que desconoce incierto por quién será tomado y se amarrará en residuo.
         El olor del éter no necesita transmutarse para desparramar desasosiego:
        Es un barco que va repartiendo a sus naufragos por donde nadie quiera
 
        Más yo me solidifico entre estas mustiedades y estampo algunas letras no sacrílegas
        unas rimas que obliguen a retroceder a este tremendo dolor quemante, casi ímpio
       al que muy bien pudiera excomulgarse sin pena o lanzarse a los limbos esperando fenezca 
        Y mientras yo descanso a la sombra de todo, y ninguno sostiene luz de tea
     veo que el alfabeto me va cediendo sus bálsamos: Galaad enterrado, lo encuentro y sonrío.
        La recuperación será severamente lenta si es que logro alcanzarla, lo sé más lo reniego
         y aunque logre sanarme, insana, me aguardará el yermo para sorber mis huesos
          haciendo a algunas damas mojarse con sus lágrimas.