Remembranzas de lo que suspiré entre tintas
           mareado al lado de las lámparas alejadas
            Brotaban de mis empuñaduras,
            flores de líneas, consonantes salvajes,
            mundos irrecreables a lo tangible,
            mujeres peleándose mis venas,
            era llevado por cielos que traían
            los epicentros de la palabra centrada.
            Nacía de los humus inasible
            alcanzando el girar violento de los abecedarios.
            Ponía zancadillas al firmamento erecto,
            desleyéndome en composiciones trasnochadas,
            mezclas de tinturas más turbulenta que el vino sin finura
            al poseér los labios de las nuevas enlutadas: las que cesaron nexos de un cuerpo
            Me indignaba Saturno con sus ojos de furia nada taxativa
            lanzando sus anillos a seguir a mis epítetos con actitud de tigre
            Pareciera que la férrea primavera me consumía con cantos, estridencias frontales,
            lagos de palabras , blancas vocales tibias, latidos de unificadas consonantes bucales.
            Como un caballero que corre entre las lanzas su casa y embiste paredes destruídas.
           Íba yo erizando mis dagas, consumándome como puñal florecido de las mayores furias. 
          Tomando el diccionario con sus simplicidades, unificando versos como bronces fundidos.
          Furioso por arrollarme la pureza de las rosas, la hoja limpia que lava a las acacias,
        los esteros poblados de pasos de amoríos, me acongojaba la paz que rezaban las cítaras
 siempre entre claridades, callando continentes, durmiendo a los granjeros de tinte ornamental.
        No era yo más que un contumaz insecto quemado por cerillos, en mi enorme ceguera.
       Si las aguas subían, heridor, las bajaba. Deshojaba ventiscas al desmembrar sus hilos.
      Me oponía a todo lo que me era ininteligible, sin saber que anticipaba mi sabor a deshecho.
      Pero el tiempo de alas curvadas me seguía y me hizo humildad en el momento exacto.
    Volví a lo elemental de mi humano salitre, acontemplar los intransigentes enigmas de este 
    cosmos, de pulpas planetarias e ingrávidas llanuras,en donde el polvo campea y se hace ceniciento, y la pléyade se estimula de los rotos quejidos que llegan a albergar los otoños humanos.