/    Huye 
 de la cantera que a divagar enseña/
 del candor tembloroso que destruye /
 Huye/
 de la rosa briosa de dos filos /
 del infame que se hunde en sus cuchillos /
 de la rueca que devora sus adorados hilos /
  Huye/
  de las bocas de plata que  aman los Eliseos/
  de la imprudente que se cuece en sus vicios / 
  de las que desdeñan los notorios  oficios /
   Huye /
   Del canto amargo que encadena a los vicios/
   de las disertaciones del lebrel en servicio /
   de la etérea adicción a  descreer en tus juicios /
    Llega/
   A la risueña ceñida de alabastro /
    A la suscinta que  se suscita al tacto /
    A la que en su brega persiste en el contacto /
     A la que discola se deslie en su talle 
     y sus pasiones borda con selecto detalle /
     mientras los dientes del dragón desvelado la siguen /
     y la que el céfiro infecundo ya la anhela  /
     Arrojándose de su casual cautela /
     Por uñas demoníacas que ceñudas persiguen /
     Romperla en el silencio que a las nóveles deshoja /
     a las de pliegues no despoticos que a los monstruos sagácez con su pureza enojan  /
     A la que se esboza hermosa en voces halagueñas /
     que huyen de las arpías vueltas tétricas cigüeñas/
     Que sacando sus adargas largas las persiguen /
      Fingiendo que por ser versos refinados sobreviven / 

      A las que odian por ser frágiles y asombrosas/
      Y ser enigmas aún a las obsecadas rosas ! /