lgido
Publicado en Dec 15, 2022
Te conocí en lo álgido de tu morena angustia, enterrando tu aplomo como a secas guirnaldas en una entonación de guitarra partida, sin esa valentía que te salía ingénita, constante. recostada en puntas esquinadas de un tedio prolongado de esos que cierran las gargantas. sobrevolada por gruesas legiones de relámpagos que trizaban sus espejos como los maremotos cubiertos de estampidas. Desposeída de la felicidad que arcoiris goteando acantilados, y que hasta a mí me excarcela y recrea en sus traspatios y unge ovejas y semillas extenuada de ver danzar molestias y argucias ,musitadas por muertos relanzando saetas, en los vientos heridores que derrumban a los cardos enclavados y tararean desconsuelos aprehensivos. dejaste de resistirte a cuestiones nocivas, a la aguda insistencia de los conspiradores natos que someten a absortos tribunales delebles donde campean los mismos gorgeos envidiosos. y te recostaste entre helechos perfectos y peciolos esculpidos en fragancias de hierbas expansivas para sudar las fiebres inoculadas, por los que se marchitan en sus malas arcillas. De ti salieron ríos y deltas infectados, y un océano tóxico que ahogara a las encinas. Volviste a respirar aire sin epitafios y tus ojos totales se echaron a las quemas. Eran los ríos vivos sanando tus despojos, y el índice mineral dándote sus nutrientes. Naciones de palomas entraron por tu pecho levantando tus lomos de Ser pulverizado. y nuevamente fuíste carcajada celeste, tranquilidad explícita entre los girasoles. Paloma de un dulzor de greda campesina que se iba levantando con sus pies a lo nítido.
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