Hay veces repetidas en que nada me alcanza:
     Si busco pactar con el viento, me huye en sus bramidos.
     Si levanto las largas rodillas de los leños, se entierran las cerillas en pantanos de cólera
     y hasta la luz se esconde tras ánforas o esquinas vidriosas, sin sostenerse en sus velas perplejas que renuevan sus vacíos
 El yermo me eleva en sus cruces alevosas  logrando atenuarme con sus plagas de miedo
y hasta el escarabajo entra en las refregadas galeras, dejando enteramente su espíritu rojizo.
 
 
     Las ánimas se apartan de lo que estiman pestilencia, dando portazos de muy hoscos enemigos, soltando los terrones robados del paraje.
Cuando esto sucede destoco las substancias y sus savias humectadas que se afligen al cefiro  
 y entro en las rendijas de mis manos antiguas que empobreciera el tiempo, prensada por años rociandoles venenos.
     Donde me reconocen sus líneas exiliadas, y las abolladuras que les cause de niño :
      tienen la suavidad de lo ya machacado y crujen tiernamente cuando camino en huellas.

      Más a veces se preñan de cotidianidades y se desoxigenan como las muchachuelas excedidas de danzas, piruetas y cabriolas extensas:
       Mataré a mi pluma si es que las desfallecen porque sin mis diez dedos no tendría escondrijos .