Escribo por no olvidarme de que lo intentaba.
             No desde un promontorio verde o  monasterio alguno,
             ni desde corredores plagiados de carnosos ascetas.
             Lo hago desde mi contractil habitáculo plegadizo,
             que puedo llevar conmigo cuando me llaman los tranvías. 
             Sollozan funiculares plegadizos muy cerca de mi bitácora.
             y, de cuanto en cuando yo sollozo con ellos.
             Morar aquí, entre ecos palpables es más dulce que otras amarguras.
             Siempre ando somnolento y algo incorporeo: Igualmente me inclino y me levanto.
             Tengo un sembradío donde entierro atesorables pergaminos y terrones de viento.
             También poseo una diminuta ensenada donde me maltratan dos boas imaginarias.
             Mezclo mi insipidez con mi sonambulismo y me lo bebo como un adicto al coñac.
          ¡ Hay tantas bahías pictóricas donde puedo desembacar como instrumento de anticuario!
             El techo este es elusivo y zigzaguea sobre mí como un párpado en vigilia cuasi eterna.
 
 
Todo es muy básico aquí, hasta el magma ingrávido o el óxido peremne .
Me gustaría envolverme en un manto de secuoias y alcanzar a evitarme
y atravezar legiones de vapores que carecen de cama !
              A veces suelo latir y doblarme hasta creerme un punto
              pero algún grito blanco agrieta mi piel y me despierta.
              Desconozco la razón  del porqué los valles flotan en su sustancia,
              igualmente no sé que estoy haciendo ahora.