Erase una vez un pas en el que mucha gente tena automvil.
Publicado en Dec 27, 2022
Erase una vez un país en el que mucha gente tenía automóvil. Se lo habían ganado porque mucho tiempo atrás, les habían dicho que la felicidad para el pueblo consistía en comprarse un automóvil, para lo cual se invirtieron recursos y se montaron parafernalias destinadas a satisfacer esta nueva necesidad que se le había creado a la población. Había que tener índices de país desarrollado, les decían, y uno de ellos era la cantidad de automóviles per cápita. Y aunque muy pocos sabían qué significa "per cápita", muchos invirtieron sus pocos recursos económicos (aún no se llegaba a ser país desarrollado) en dar un pie para comprarse el soñado ícono del nuevo status. Después se pagaban las letras como se pudiera. Algunas, muchas, no se pagaban; y los íconos debían ser retornados a los vendedores, o a los bancos, para ser rematados y comprados por los mismos que habían montado las mencionadas parafernalias. Los íconos, que a la sazón, valían 10, eran adquiridos en remates a 5 y se vendían a 15. Flor de negocio. Valía la pena darles crédito a los poco pudientes. Total, después de quitarles el ícono, quedaban debiendo más dinero que el que habían solicitado... mucho más... y obviamente que tenían que pagarlo.
Pese a esto, los pudientes y los no pudientes seguían comprando y el país en cuestión se convirtió en un país con altos índices de íconos per cápita. Compraron los empresarios (en realidad ellos ya tenían desde mucho antes, pero aprovecharon las gangas de rebajas de aranceles y todo eso), los ejecutivos compraron, los empleados compraron, los obreros compraron (en un principio compraban lo que descartaban los empresarios y ejecutivos, luego comenzaron a comprar de primera mano), compraron las mujeres y hasta los jóvenes, muchos de ellos ayudados por sus pudientes papás. El problema comenzó cuando de repente en el país se dieron cuenta que tanto vehículo necesitaba de carreteras, semáforos, puentes, combustibles y no estaba preparado para ello. La vida comenzó a ser difícil para los automovilistas que demoraban mucho más de lo necesario para trasladarse de un punto a otro. Atochamientos, accidentes, demoras, nervios crispados eran pan de cada día. Comenzamos a vivir preocupados del precio del crudo. Que la OPEP, que los pozos del caribe, que los tornados, etc. Sin embargo, pese a que los precios del combustible subían y subían, en el bendito país se compraban cada vez más vehículos (perdón, íconos)... ¡y cuatro por cuatro, pues! Aunque no se usara nunca, había que comprar con doble tracción. Daba status; hacía la diferencia, ahora que tener un simple automóvil era tan del montón. Nunca a nadie se le ocurrió que no teníamos derecho a gastar en desplazarnos 10 a 20 veces lo que era estrictamente necesario. Nunca a nadie se le ocurrió legislar para asignar una cuota limitada de consumo de energía a cada habitante del mencionado país. Imposible. Los que deberían haber legislado cosas de ese tipo, eran los mismos que directa o indirectamente profitaban del negocio de vender y expropiar íconos, de prestar y quitar dinero, de vender combustible para derroche. Y el combustible seguía subiendo. Y los accidentes también. Como los accidentes aumentaban, se determinó que en las carreteras, durante el día, aunque el sol friera huevos, los vehículos debían transitar con las luces encendidas. ¿Para que fueran vistos por quién? Nadie reparó en que el alto porcentaje de los accidentes graves ocurre en las madrugadas, cuando los jóvenes y las jóvenes regresan de una fiesta, con unos pocos traguitos demás ¿o con muchos traguitos demás? ¡Mentira señor! Mi hijo no bebe. Los que beben son los otros. Mi hijo no. No importa. Se decreta que para evitar accidentes, se deberá circular por las carreteras, de día, con luces encendidas, y que el consumo de gasolina extra sea pagado por el usuario. Total, lo que se ahorrará en gastos por accidentes es muchísimo mayor que el mayor consumo de combustible. ¡Pero es que…! No hay pero es ques que valgan, es ley y aplíquese. Y resultó que en el país en el que mucha gente tenía automóvil, la vida comenzó a hacerse no más difícil, se hizo imposible. ¿Les conté que en el intertanto se decidió privatizar las carreteras? ¿Y que aparte de pagar los impuestos con los que se suponía se debía invertir en mejoras viales, los pudientes y los no pudientes tuvieron que cancelar peajes hasta por salir de sus casas? ¿Y que muchas de las carreteras que fueron privatizadas ya estaban hechas con los dineros de los impuestos? Desde luego que su manito de gato les dieron... ¡no vaya a ser que la gente murmure! Tampoco les mencioné que aquellos que no querían transitar por las carreteras privatizadas debieron hacerlo por las caleteras; las caleteras eran alternativas que equivalían a la antigua vía antes de la privatización con la diferencia que ahora los tacos eran mayores porque en muchas zonas tenían una sola pista. Alguien murmuró que con esto estaban todos obligados a transitar por la vía. ¡Hocicón! Incluso en algunas zonas no existía la caletera. En otras, transitar por ella demoraba aún más por las interminables vueltas que había que dar. Tal parece que a algunos se les olvidó eso de que la distancia más corta entre dos puntos es una línea recta. Geometrías más o menos, la cosa es que, producto del progreso, terminamos gastando una parte importante de nuestros ingresos en el regalo que otrora nos prometiera el finado que en paz no descanse. Y la cosa no paró ahí, señor. No pues. ¿Qué podemos hacer ahora para sacarles más dinero a los pudientes y no pudientes? se preguntaron. Y alguien propuso: cambiemos el tag pués. Y se analizó. Analícese si es legal. Y se analizó si era legal. Y se hizo pues. Y resultó que los sufridos no pudientes (porque los pudientes no eran tan sufridos) tuvieron que pagar lo que no tenían para reemplazar el tag. Traté de calcular cuánto dinero se recaudó por este concepto pero como aprendí a leer hasta la cifra de las decenas de mil solamente, no puedo decirles cuanto es. En fin, hemos llegado al fin de esta historia que no se ha terminado (lo que se está terminando es mi cuento). Espero que se hayan entretenido. Y que les haya gustado. Tengo que advertir que nada de lo que se ha contado es verdad. Es únicamente producto de mi imaginación que de tanto trabajar me hace malas jugadas. En otra ocasión les voy a contar de los treinta y cinco mil vehículos nuevos que importa mensualmente el mencionado país y de la nula inversión en carreteras y obras viales, total, ¡Pa' eso dictamos decretos de horarios de punta, se sube el monto de los peajes para desincentivar el uso del ícono y problema solucionado.
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juan carlos reyes cruz
Es una lástima que no poseas alguna fortuna, para que así no te desgastes tanto odiando a los que la tienen.
Suerte, amigo.
donbaldomero.
La imagen de un pie en mi perfil es pura locura, como quien dice, para reírse de algo. El humor nos salvará de morir de pena.
Pienso con mi cabeza, no con el traste como dices. Tengo la mala costumbre de pensar, analizar y deducir cosas, especialmente de tipo social; siempre me he preguntado ¿por qué no habré nacido tonto mejor, como la mayoría?
Y el que no poseo fortuna y que odio a los que la tienen, es una inferencia gratuita, un poco necia, me atrevería a decir; no hay basamento alguno para esas suposiciones.
Cuando se critica o se analiza sin camiseta, uno tiende a ser interpretado de la forma en que tú lo haces. Las cosas, mi amigo, hay que decirlas aunque nos duela... y caramba que hay tantas cosas que mejorar en todo sentido.
¿O acaso estás tranquilo cuando nuestro país importa del orden de cuatrocientos mil vehículos al año que botan a la atmósfera casi un millón de toneladas de anhídrido carbónico? ¿O estás tranquilo con el hecho de que en Santiago y en las principales ciudades del país ya no se puede transitar por las calles y carreteras porque no han crecido a la par con el parque vehicular? ¿O con el hecho de que para recorrer un camino (casa-trabajo por ejemplo) tengamos que ocupar el doble y a veces hasta el triple de tiempo y que por esas tensiones nos pasemos peleando con todo el mundo, producto de neurosis adquiridas?
Yo no, definitivamente no... y cada vez que se me ocurra o que me acuerde, voy a hacerlo notar, para que quienes no se dan cuenta, se den.
Un abrazo.
juan carlos reyes cruz
Otro abrazo.