Pasa el día,
            pasa el año envuelto en dos segundos.
            Pasa de largo el fuego sin verme de reojo,
            sin recordar mis osadías.
            Suelta  el color su intensa petulancia,
            de muchacha verde, de reflejada iridiscencia,
            aromatizando con tus candores los pasos de la llúvía
            arrastras ángeles, arrastras legiones de pestañeos en tu búsqueda.
            Suave florescencia que rozó y contristó a lo inaccesible.
            Vertiginosa, en tu atuendo de hondas claridades y veráz trascendencia
            Empinaciones  y explanadas dejan de ser vacío en ti y tocan lo ingenuo
            de tu simas empecinadas donde un canto se oficia y una torre se alza y acentúa
            y un templo diminuto tiembla en cada angulación de tus senos sacerdotales
           Engolosinada en ese momento interno de egoísta golondrina extática
           pasas a mi lado y mis costados los absorbes ignorándolos
            Andas absorta el ti mismo, como aire que no añora a los que plena.
            Y asi circulas alredededor de mí nocturnidad inválida
            dejándome en la perpetuidad de tus olvidos, en raras negaciones
            Alineándome en lo que marcha  a definirse sombra o  bruma de murmullos apenas.