Pierdete dentro de ti , déjate caer del tiempo/
      en la umbra hambrienta de tu paraguas desatendido /
      metida en tu impermeable, sin calor ni fruiciónes solares inventadas/
       en el frío que se encierra en tus huesos frívolos cómo cualquier otro hueso tuyo lo es /
       perforándote con sus dientes incisivos, los que tienen las perfidias de los canes malignos/
       Cae en el sueño incansable de las gotas copiosas que  se atrapan y dejan redes arteras/
       mientras la lluvia maliciosa te va anegando la cara y observando los poros de juventud estéril/
       y tu cuerpo total es sumergido en aguas agudas, punzantes, fangosas, pegajosas como savias inescrutables y descalificadas /
       muy distantes a las que caen del cielo limpido, ese de nimbos humificados que se destilan y los disciernen pocos párpados humanos muy sensibles, en diaspora,
       Baja las escaleras de inacabables pasamanos quebradizos que siempre conspiran /
      desciende por la espiral de tu intacto pasado:
       Es allí donde se inician tus vértigos y pesadillas, no en tus tupidas sienes silentes a las que celan las luciérnagas/
       sino en las marañas irresueltas que te persiguen y te toman con furor de aspid cobrizo repetidamente pisoteado/
       con un tropel de garras persistentes, apretujandote el corazón
       en jadeos cortisimos, atenazado por sus esquinas una vez gráciles /
        haciendo que la congoja y la agonía ritualista e incesante te petrifiquen y reduzcan/.
         Son salvajes y te cortan el aliento y te alienan del todo convirtiéndote en abstracción sufriente /
         Busca la absolución en tus mismos manglares de los que brotaban tus arcoiris/
         encuentra el perdón en el musgo de tu manto de tréboles internos que aún centellan/
        aceptate con tus devaneos, con tus repetidas confusiones, tus fallas abismales en las que ni los espectros más chismosos reparan, menos tus amigas, que se descosen en sus propios abismos, ancladas a sus fallos/
        y deja que los conflicto fenezcan en las orillas del ánimo más lugubre que se te aparezca súbito y quiera espantarte con sus cuernos aguzados y feos collarines/
       /para que reverdezcas desde tus receptáculos puros y otra vez seas nota alegre, sonrisa desatada,  muchachuela que camina de puntillas  en las elipses de los trópicos: Aquella que se culmine como mujer sin grietas/.