Para mí un instante de mi existencia trémula,
     un rescoldo sacado con sendos dedos graves
      de una chimenea en olvido figurativo,
      para calentarme el alma y las premisas
      mientras me almaceno con los almanaques:
      Los que se deshojan y sueltan oropéndolas,
      la hora fluye liquida con sus oropeles,
      empapándome de insomnios, divagaciones,
      de imaginerías que toman consistencia ,
      formas instantáneas y se desvanecen como
      instintos, dejando fosforescencia en el inmueble,
       como lo dejaran las visitas de un fosfato.
       Por la ventana entran ramas de lumbre,
        encendiéndose y apagándose y volviéndose vacío. 
        Los vientos latigan las persianas y se fatigan.
        Y sé  que todo se deriva de mis sueños cansados
         y de las permutaciones de un espacio que vibra en
         lo volátil, y late deformando sus propios laberintos,
         por los que corre hasta encerrarse en dédalos
         a los que borran los primeros rocíos
         de todas mis alucinaciones que se ayuntan
         en mis rememoraciones siempre yuxtapuestas
          bajo este cielo en que soy parpadeo
          y desvanecencia que se volverá olvido.