ANHELOS...
Publicado en Jan 22, 2023
Nota del autor:-- Este escrito es la transcripción literal --no autorizada por la verdadera autora-- de lo contenido en una sucia, arrugada y recuperada página de papel escrita a máquina y tomada clandestinamente desde el papelero donde había sido arrojada supuestamente por el posible arrepentimiento de haber registrado los hechos en los crudos términos allí descritos, y evitar así que fueren parte del total de las memorias posteriormente publicadas sobre su penoso secuestro a manos de las FARC por allá en los años noventa.
Anhelos Habían transcurrido ya un par de años desde el infame rapto del que había sido objeto y mi resistencia claudicaba cada vez más en mi espíritu por la deshumana obligación de habitar en tan extenso y desesperante tiempo al interior de esa rigurosa e inhóspita selva, justo yo, quien había sido delicadamente formada en el marco de unas finas costumbres y en el singular confort de un buen urbanismo, más el consecuente dolor ocasionado por la falta de libertad, las amargas humillaciones de los despectivos tratos, la desagradable ingesta de porquerías, la repercusión angustiante de la ausencia de mis seres queridos, las lacerantes consecuencias del manifiesto deterioro físico, el incontenible y constante llanto y los repudiables, vergonzosos e ineludibles vejámenes sexuales a los que me sometían ocasionalmente algunos de mis captores. Todo me tenía ya sumida en una desilusionante subconsciencia que apenas me permitía pensar en las probabilidades de continuar con mi vida, llevándome en más de una vez a idear el descabellado robo de una de las poderosas armas de fuego automáticas que, en ocasiones quedaban irresponsablemente expuestas, y accionarla enloquecidamente contra el que se me pusiera por delante para acabar definitivamente con toda esa desgracia. Así de desesperada estaba. Sin embargo, un día, o, específicamente una noche muy especial, en medio de la silenciosa obscuridad reinante y cuando yo intentaba aplacar mis angustias, acostada en mi rincón, pitándome un porro casero en el afán de compensar mis penas con un pequeño deleite, el líder del pelotón de los guerrilleros encargados de la custodia de nosotros los que éramos sus prisioneros, sigilosamente penetró en el espacio y se sentó en la orilla del jergón que utilizaba yo para dormir. Habíamos tenido alguna vez él y yo algunas conversaciones sobre temas universales y respetables, demostrándome tener cierta educación y no ser tan vulgar como la totalidad del resto y resultando ser físicamente un anglosajón cincuentón agradable con rasgos aceptables y, además, también estar afectado por la dureza de la selva y la extensa permanencia en ella. Medio suspirante y con una controlada vocecilla en bajo tono, intentando, tal vez, trasmitirme confianza y calma, trasparentando en algún grado el perfil de su vergüenza, me dijo con explícitas palabras que deseaba acostarse conmigo, haciendo hincapié en que no se comportaría como una bestia, porque, según explicó, reconocía tener instintos sexuales, pero no era un animal. Sin ocultarla del todo y muy en lo interno de mí, se manifestó una reserva de rechazo; sin embargo, le asentí con un movimiento de la cabeza y verbalmente le expresé que le creía y cooperaría con su deseo sin colocar reparos. Se acostó lentamente a mi lado y de manera muy suave deslizó su brazo por encima de mis desvalidos senos que estaban cubiertos solamente por mi percudida y raída camiseta de todos los días. Se mantuvo un rato en esa pose y yo pude sentir los ruidos ocasionados por la respiración de sus maltratados pulmones, presumiblemente a causa del tabaquismo constante, o por la dañina humedad de la selva. También pude oler su ph que acusaba la evidente sudoración a la que diariamente se exponía y, a pesar de no registrar grados de una perfumancia en su cuerpo, no sentí ese natural desagrado como se hubiese esperado.. Después de unos instantes puso sus labios en mi cuello y me lo besó con mucha lentitud en repetidas veces. Adiviné que intentaba priorizar el seducirme antes de ir concretamente a su objetivo. Sus manos también actuaron y con sumo cuidado acarició mis senos; primero por encima de la camiseta y luego exploró por debajo de ella, jugueteando cariñosamente con mis pezones. Ciertamente percibí dentro de mi sensibilidad la tibieza de esas caricias. Al cabo de un rato, cuando supuestamente sintió que yo respetaba la garantía dada y respondía a su estrategia, llevó su mano al vértice de mis piernas y refregó su palma sobre la tela de mi braga. Mi débil estremecimiento fue el switch que nos dio el vamos y ambos comenzamos rápidamente a despojarnos de las prendas que aún nos vestían hasta quedar completamentes desnudos y volvimos con la misma velocidad a posesionarnos horizontalmente, pero esta vez él se ubicó encima de mí. Los hechos siguientes fueron evidentes, pero debo decir que la resignada voluntad a la que deliberadamente me había yo sometido, permitió que mis sentidos se envolvieran con la lúdica y manifiesta excitación de mis sentidos que se reflejó abiertamente en mi actitud y en la humedad de mi zona genital. Sentí claramente su pene ubicado en el vértice formado entre mis piernas e instintivamente adopté una adecuada posición para facilitar la penetración en mi vagina y confesaré que tuve la grata percepción de su aceptable tamaño, su agradable temperatura y la sutileza de su performance. No niego que por un instante experimenté un grado de vergüenza, sin embargo, de inmediato recordé que en algunas ocasiones anteriores había sido íntimamente objeto de esos naturales impulsos de excitación y, secretamente, en esas oportunidades me había masturbado, por lo que en esta ocasión, para mitigar los efectos en mi consciencia, asumí que la situación ahora era lo mismo, pero lo hacía con una persona. Era la primera vez, durante todo el transcurso de mi cautiverio, que experimentaba un sentimiento de esa naturaleza alejado de una connotación vejatoria y me dejé llevar libremente por las emociones. No obstante, y precisamente por diferenciarlo y no tener la costumbre de experimentarlo y, además, considerando que él pasaba por la misma situación, el transitorio gozo a ambos nos arrastró vertiginosamente con sus ansias y muy rápido alcanzamos el orgasmo, pero no puedo dejar de establecer que, no por haber sido ello tan precipitado, fue un disfrute menos intenso, emocionante y delicioso. Tras el climax quedamos abatidos, jadeantes, pensativos y en silencio, dándonos el merecido lapso para desahogar el cansancio de nuestra pasión y permanecimos en la posición original, sin alterarla, y luego de unos momentos, motivada yo por la dicha en la que me había envuelto, lo aferré con mis brazos y clavé los dedos de mis manos en su espalda; tras ello, crucé las piernas por detrás de sus muslos y apreté mi pubis contra el suyo, arrancándole desde el fondo de su alma el resto de sus espasmos y sus gozos. Yo me quedé con el infinito placer de flotar fantásticamente en un ilusionado océano de esperanzas y no fue extraño que se viniera a mi mente un filosófico pensamiento que alguna vez y en alguna parte había leído o escuchado: “No solo el experimentar la felicidad ha de ser el único objetivo de la vida, también lo es el tener la oportunidad de compartir esa felicidad con alguien más…”
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Raquel