Sé que mis incongruencias te son despóticas,
         que vinen hacia ti con su fango luctuoso.
         Que te astillas al persegeguirme por mis valles cual buho en desamparo
         anhelante de una rama para hacer un nido sobre el vaho afónico
         Te absorbí y arrastre por el camino de todos mis perjurios, ultrajandote
         y que no hay razón para dilapidarte en mis tozudas manías durante mis milenios.
         ni de frotarte los brazos con lo que brota de mis porosidades tóxicas.
         No debes fluir en el tósigo donde linealmente te humillo y te contristo.
         Si me has contrastado con otro que jamás te desmalezó y lo extrañaste, no te culpo. 
         Sólo soy en que intimó con lo ínfimo, el que dió por liquidados a los besos :
         El que sembró intemperie en el claro donde debió poner un hogar no desmoronable,
         y cerrar su boca a las degradaciones que la rutinaria deprecación conlleva.
         Debí purgarme de mi mismo y renunciar a mis esencias sórdidas y las sandeces esas
         y mis contradictorias dicciones repugnantes que pendularmente practico.
         Asentarme las primeras calmas y atender tus detalles de coral delicado.
         El tiempo gesticula y me arrastra con muchas prolijas bofetadas, corajuda alimaña
         anhelandome siempre caído, gusano de las ciénagas perpendiculares a todo
         arrinconarme con su zarza de espinos sin renuevo evitando mi escape.
         Pero no hemos olvidado del todo que fuimos pareja de semblante celeste y modélico
         y que compartimos la simplicidad de la manzana pomposa a la voz de una cítara.
   Porque aún de la desesperanza puede librarse el que se hizo ponzoña y comió su vacío,
         que cada amanecer se reedifica el día con resurrecciones validas recurrentes
         y que la frialdad puede volverse claridades logradas conquistadas por los milagros.
         Mil y una veces se ha desmoronado la tumba con la intervención de la aurora.