Te he entrado todos mis derechos y la prodigalidad conferida a mis súplicas,
       en bandejas áureas te dí mis eventuales demandas y la profusión de mis imploraciones.
            Espero que las entierres junto a mis atrevimientos, en tierra de susurros y baldíos
             dándole adioses rotos jamás solemnizados, pues no se los merecen.
                 No te conturbes ni te inquietes sino le haces preludios ni le preparas sepelios.
         Recuerda que en tu mirada de lirio que me tienta no vanamente, coloco mis principios.
   Sin coacción alguna me apersono en el lar imperturbable de tu figura envuelta en bosques,
       cruzada por colinas, cuencas donde hallo ángeles y valles que terminan en una rosa eximia.   Deliberadamente elaboradas para no ser vejadas por aquel que porta los pasos del extranjero.
        Hízose tu cintura para demostrar lo que es anatomía e ilustrar a otras pélvis.       Intencionalmente premeditas que tus columnas de cabellera sueltas rocen un tanto mis quijadas.
                      Quizá para quebrantarme otro poco o algo más rendirme, no lo sé.... 
                      O que no piense en otra boca grata que flote y refulga en su talante. 
 Si anhelas permanecer en mí te confieso has logrado te considere mi fija y balsámica residencia.
       Mis rodillas se acuclillan y te concedo mi ánimo vibrátil ante ti, mi ceremonioso espejo
        me siento como ser epiteliamente crepuscular que ha amanecido en tu soñable añoranza
            y que eres la impensada respuesta que allanó mis enigmas, revestida de un cuerpo.