No te enojes
    no dejes que te alcances los molestos despechos, ni mires hacia lo que marchose, protervo
  que no te mortifiquen las caducas y disminuidas laceraciones de aquel que ya se fué en su vaho.
Disminuye, amirora, los sinsabores que conviven con la perecedero ni el ayer de ayes transitorios.
  Eres tú la que no será precariedad ni caerá como rauda  hoja fugaz del calendario, disecados:     La que está predestinada a hacer mella en pectorales y perlar a hombres que mellan sinsabores   como yo lo soy, repartido a trozos entre los percheros , quemándome en estrafalarios mechurrios que atragantan a los que miren su presencia ramplona y rastrera y su cruenta liviandad. 
      Inclinado a incendiarme letalmente junto mis vésperos en cualquier asomo de fogatas.
  Asi como las bufonadas no son más que escarceos que desaparecerán ahogándose en el día.
   Así me esfumaré, probablemente ataviado de maniático marinero al que destrozará un áspa.
       O la nota nefasta que se escurre en los laúdes y que el intérprete borra avergonzandose.
       Pero tú mantente siempre excelsa en la torre de esa piel que retoña en los satenes
     y reboza la púrpura modesta del abrillantado nardo que te hace de visón y dona alivio    Porque tienes las peculiaridades de lo que advino para ser trascendente, sosegante, apoyamiento, cadencia que sería bastón floreciente para el que al que los ojos se le oscurecieron de tan ciegos ser.
                y apuntalar a hombres hechos colgajos, tal como yo, que me volví jirones.