También soy partidario de observar siempre el respeto por uno mismo en la generalidad de nuestras situaciones; sin embargo, no tengo la seguridad para sostener si este amor por mí mismo pueda llegar a ser comparable con el emocionante placer que causa el amar a un ser semejante que no lleva en las venas sangre de la mía. No obstante, es comprensible que algunos alcancen un sentimiento negativo y en rechazo a una ingrata experiencia que alguna vez causó una profunda herida. Supongo que dicha opción depende de la personalidad y rasgos de cada víctima, puesto que algunos tienen una mejor capacidad, o una mejor herramienta, para blindarse ante la repetición de un caso con las mismas características, mientras otros nos protegemos solo con ilusorios y consoladores sueños.
Gracias, mi querida Doris, por transitar por mis divagaciones.
Cariños

Divagaciones necesarias para las necesarias réplicas en los comentarios ;)

Espero te imagines lo gratificante que es recibir palabras de aliento, porque es el efecto que tienen las tuyas en mi ser y las agradezco, además, por la magnífica fuente que las emite.
Un abrazo.

Mi buen amigo; Cuán grato es leer tu comparación con aquel tema que insta al amigo a servir otra copa ( hecho que no fue precisamente la fuente que me inspiró para escribir este texto).
Permite que también agregue un dato coincidente con los gustos de tu padre:
Cuando muy adolescente era yo, tuve el privilegio de conocer personalmente a Oscar Larroca, Carlos Dante y al director de la sinfónica don Alfredo de Ángelis, quienes tenían un cercano vínculo con mi hermana mayor que residía en Bs. As.
Un abrazo, Mago.

Gracias, Beto; y aprovecho decir que tú también tienes mucho para decir.
¡Éxito, amigo!