Mi complacencia no es el sabor que desprenden los vinos,
                     ni habitar en las moradas elementales que colmaron los sabios,
            ni sentarme a la torpe mesa donde la hogaza cruje y va entre manos desaseadas.
    Tampoco hablar de las raíces rígidas donde se asienta ni divide el agua en cien cristales. / Como no lo es hablar de los saltos de la sangre en los parientes dormitantes de apariencia aleñada: /
               Nada de la filosofía ni de las ideas erráticas en que planean las fábulas me llenan. 
                   Mi complacencia eres tú, la que quitó el encanto a la frescura selvática,
                   la que es definición de aromas y va desarticulando las vanidades del perfume. 
                    Tu cuerpo es una vianda que rigurosamente devorarían mis ganas.
                Acontececiendo desgreñada en cualquiera de los vértices de mi cama angulada.
                 Sucede que al verte envuelta en esa piel rosácea, coquetea mi mente.
                 Limpia de las impureza que los sátiros sueltan en cada luminaria,
                 mi pensar de bandido te va desvistiendo y pretende el calor de tus poros.
                    Corpórea devoción donde desembarcan mis sometidos besos. 
                      Probablemente te perturbará algo mi impudicia barata que las calles me dieron.
           y la indecencia expédita que suele irreparablemente brotarme desatada 
               Parasitariamente, mis dos ojos franquísimos campean en tus formas insólitas
                 pero tu perdonas esos penosos yerros y te deslìes sin nombrar mis obstáculos.
                     Mis sábanas de yesca convenientemente arden cuando te lanzas de espaldas.
      Y comienzan a manosearte mis precipitaciones, soltando su casaca, en impetuosa búsqueda:
                   Amor que te destrabas libre y en inusual desembarazo, olvidando ataduras.
        Fluyes en mis brazos que fingen gallardía y son utensilios de pasiones insurgentes y bajas.
              Simplificada de toda timidez, comienzan tus entregas con loable indulgencia  /dándonos uno al otro el fuego que hizo nido en sendos corazones que, solitarios, ya no            palpitarían / volviéndose parte de lo que visceralmente es gélido y renuncia a la vida/