Te invito extraña, te convido, te intimo consustancialmente
                 a compartir conmigo la frescura del puerto y el sueño de las veletas
                 a contemplar la historia de la aldea envueltas en plumajes libados por ancestros
   a asomarnos al humo que raja a las fumarolas, a morder telarañas antes que se consuman
 
                  e introducir las manos en la lava enfriada por razantes libélulas
                 y templarte en las aguas de trasnochados géiseres ya extintos.
                 Vayamos a lavarnos donde comienza el páramo a hacerse bendiciones.
 Caminemos cercanos la densidad selvática, donde el estrujamiento de lianas ya es algo primitivo
               y el aire se desnuda y tropieza con purísimas ramas de extensión impalpable.
       Te invito mujer recien llegada a que dejes caer tus puñales a los costados, sin los tienes,   pues todos tropezamos en las mismas torpezas y el tobillo nos es es atado por arteras tragedias: 
    Nos sucede que somos seres decepcionados que en lo claro sucumben, más evaden ser presa.
/ Luego, a barlovento, tramitamos las rutas que nos alejen de inclementes demencias de aprehensivas falanges /
 
 / Y de los locos asaltos fieros que anhelan, furibundos, desmembrar el futuro que cada día brinda/.
   / Por eso es que debemos de blindarnos de esperanza cuando la espiga avanza y se insinúa el horizonte/
         y el campo va dorando su melena, y el agua mañanera nos limpia en su tormenta.
         Por eso, desconocida, es que te ofrezco mi vino y la sombra de mi estancia
         con la sinceridad de aquel que todo se lo entregó a las pléyades para ser liberado..