Trasnochado, las puertas del día me golpean con su color solar.
             Se ha ido de mis ojos el sueño, sembrándose en los párpados de otros pecadores.
      Algo recuerdo de él en mi cansado anhelo. Las vigilias me hicieron muy menguada presea.
                    Tantos desvelos, tantos de velorio incesante, de irrompible mortaja ! 
                Veo a los cuerpos yertos gozando su descanso, en sus cajas maderadas.
   La tristeza del mundo en lo que fueron sábanas en que me glorificara y las siento tragedias.
          Ni el río destrozado alcanza mis destrozos: el manantial no cesa de manar sus molestias.
   Sé que el tiempo gotea y nubla mis vestidos: No me impota el ornato ni el capullo gimiendo.
          Lángido a mi diestra y lánguido a mi siniestra: veo la piedra dura pulida en somnolencia.
             Sólo quiero la paz del páramo marchito, del orbe consumido, de la metralla ávida.
    / Ir a aquel reservorio ancestral de los úteros, del que  no debí haber despegado, con mis alas                                                                           perdidas /.