Entre ruidos de hierros y cadenas..
Publicado en Mar 15, 2023
Marzo 15 de 2023
Desde muy pequeño Beto, alumno de la escuela , soñaba con ser policía como lo era su padre al que cada mañana observaba con incomprendida emoción al verlo vestido con su uniforme azul, incluyendo gorra, botines y sin prestarle demasida atención miraba en ráfagas de segundos el cinturón donde ajustaba las esposas, una cartuchera con el arma o sea , elementos propios del trabajo pero jamás le preguntaba nada a su padre sobre eso, ya que él siempre llegaba a casa y buscaba el lugar más secreto y el más alto para guardarla recomendándole a su esposa que bajo ningún motivo nadie tocara nada de eso. Muchas veces Beto llegaba a la escuela acompañado por su padre, excepto los días que estaba de guardia en los que lo hacía su madre. Mientras esperaban que llegaran las docentes de turno, su padre no perdía ni un segundo de esa oportunidad para hablarle sobre las buenas costumbres , del respeto, del esfuerzo, del compañerismo, de no dirigirse a nadie con gestos o palabras que pudieran ofender, de no hacer bulling y si alguien lo hiciera que no comparta nada de eso y que acompañara al compañero ofendido haciéndolo sentir cómodo sin darle demasiada importancia al que lo ofendiera. La familia de Beto participaba y colaboraba con excelente voluntad de servicio en todos los eventos que realizaba la escuela, sobre todo cuando se trataba del último año de la primaria y los niños egresaban, entonces se debía hacer cena de egresados, vestir de fiesta a la escuela para el acto protocolar de entrega de diplomas y otros. Al terminar sus estudios primarios , estos pequeños del comienzo de historia, debían transitar por los caminos de la etapa secundaria durante unos cinco o seis años entre cursar, rendir, aprobar examenes y pasar a la tarea más complicada por el abanico de opciones que les presentaban en cursos de Orientación Vocacional en los últimos meses y ahí sí ¡llegaban las decisiones !: elegir la carrera que les habría de proporcionar un trabajo y tal vez , en algunos casos una mejor calidad de vida, por supuesto con sacrifcios ,con ahínco , con perseverancia, con responsabilidad . Beto era muy contundente con su decisión de ingresar a la policía y no habría de cambiar de idea por más que sus padres, tíos, primos le aconsejaran que eligiera una carrera como abogacía ya que le gustaba leer, opinar , dicernir , aconsejar , poner las cosas en claro, defender siempre a sus compañeros , hablarle al que se portaba mal en clase o en los recreos y convencerlo de que no debía hacer eso porque sus padres se sacrificaban como todos los demás para darle lo que necesitaba .Le gustaba decir la verdad y ¡odiaba las injusticias!. Informándose de los requisitos para el ingreso a la Policía se preparó estudiando y aprobando los axamenes Psicológicos, Físicos, intelectuales hasta que tiempo después ¡a trabajar!, primero en comisaría zona rural y luego traslado a dependencias de la ciudad. Pasando un buen tiempo logró ascensos. El tiempo acordó con el destino un inesperado encuentro hace unas semanas atrás cuando caminando por la peatonal de la ciudad me encontraba frente a frente con Beto , aquel niño (ya hombre) de cabellos negros con rulos que le caían simpáticamente en la frente , preciosos hoyuelos en sus cachetes y una encantadora risa que contagiaba a quienes compartíamos charlas con él y por invitación de él compartimos con alegría un merecido café y me contaba: Estando de guardia en una de las seccionales llegaban los familiares de los presos llevando la comida y debían esperar al cuartelero ,al que asomándose por el pasillo Beto llamaba en voz alta para que les acercara la comida ya revisada por otros policías mientras se informaba por escrito con nombre, apellido y número de documento qué familiar y de quién era ,lo mismo registrado en pantalla de una computadora por propias manos de Beto. Uno de esos días de la semana , entre las personas que esperaban para visitar al pariente detenido, Beto escuchaba sollozar a alguien aún después de que pasaban las visitas. Acercándose sutilmente corrió el marco de la puerta y la encontró: era la madre de uno de los presos muy angustiada que esperaba calmarse para poder entrar a ver a su hijo. Sentándose al lado de ella luego de pedir que le acercaran un vaso con agua, comenzó a calmarla. Ella le contaba que desde hacía mucho tiempo su hijo se drogaba, robaba , golpeaba para quitarle lo que sea a alguien, que nunca lo pudo contener, que su esposo se había marchado del hogar porque ya no soportaba más tantas veces que rodeaban su casa para sacarlo por tantas acciones malas que él generaba , que no soportaba ya tanto miedo que le llegara a pasar algo malo a él o que él hiciera algo malo a otras personas , que ya había estado preso en muchas comisarías y que ya estaban a punto de pasarlo a la cárcel por otros tantos delitos mayores. Entre desgarradas lágrimas de dolor, esa madre también le contaba que cada semana que venía desde el campo a visitarlo le traía verduras, fideos , pan amasado , caldo , aceite porque no podía llegarse todos los días, pero que ya no podía soportar escuchar el nombre de su hijo cuando lo llamaban ENTRE RUIDOS DE HIERROS Y CADENAS al abrise los portones de las celdas. Él mirándola con devota atención le acercaba su pañuelo para que secara las lágrimas al darse cuenta que el de ella ya no tenía ningún lugar seco porque allí las guardaba. Semanas siguientes esa madre ya no llegaba a la comisaría y su hijo no recibía otras visitas ni noticias de nada ni nadie hasta muchos días después , cuando alguien dejaba una carta para que le entregaran al hijo preso, pero ese alguien no quería verlo personalmente : era su hermana . En tres líneas escritas a mano, el joven delincuente se enteraba de la muerte de su madre por un paro cardíaco. La ausencia de su madre era un dolor que le pegaba fuerte todos los días y no pudo soportar más hasta que decidió quitarse la propia vida en una noche de torrencial lluvia. Beto amaba y ama la decisión de ser policía. Era fuerte como su padre, orgulloso de su uniforme como su padre pero esto, lo de esa madre y lo de su hijo lo superaba mucho más de lo que haya podido imaginarse ; él debía seguir adelante con altruismo y ser más fuerte que nunca como lo era su padre a pesar de cualquier dolor. Era y es su trabajo y cuántas otras situaciones más quizá tan duras como éstas o de grandes peligros a nivel personal habrán de esperarlo a lo largo de su camino como el policía que eligió ser sin dudarlo jamás. Raquel C. Zurita "Todos tenemos dentro de uno mismo una insospechada reserva de fortaleza que emerge cuando la vida nos pone a prueba.." Isabel Allende
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Elvia Gonzalez
Raquel
Lucy reyes
Te felicito Raquel, por ese interesante relato
abrazos,
Lucy
Raquel