Historias de la Vida Real El Pastor.
Publicado en May 20, 2023
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Que me perdonen los hermanos protestantes... y los sufridos carabineros, por los cuales siento una gran admiración y respeto... por ambos... Pero esta anécdota hay que contarla... se tiene que contar... se va a contar (decían los Jaujarana).
Hace algunos años atrás, fui invitado un día dieciocho de septiembre a celebrar las efemérides de la Patria, a la casa de un familiar en el campo. La reunión fue en la tarde... asado... harto vino... conversaciones... cariños y alegrías obvias derivadas de los mostos degustados... en fin, de todo lo que hacemos gala en este tipo de celebraciones.
Y quiso el destino que se nos hiciese de noche, lo cual es muy lógico, porque al día le sucede la noche y viceversa. Y esa noche, cuando las conversaciones se tornan alegres como dije, cuando aparecen los picadillos en la mesa para degustar sin necesidades de tipo vital, sino que para... para... ¡para!, aparecen los whiskies y como uno no puede despreciar los cariños anfitriónicos, vamos penqueándonos... con moderación eso sí, pero penqueándonos al fin y al cabo.Y quiso el destino que, como se hizo de noche, llegara la hora en que uno tenía que regresar a Santiago, como quien dice, regresar a su camita porque a estas alturas de la vida, camita y uno somos uno solo... la cama de uno ya es como una horma de uno y dormir en otra cama pasa a ser impensable.
Vanos fueron los reclamos de los anfitriones para que nos quedáramos a dormir; tal vez hasta hubo que recurrir a argumentos poco veraces para rechazar tanta insistencia, pero todo era por lo de la camita de uno, que a esa hora ya comienza a ser añorada y por mucho patriotismo que haya, por mucho que sea el cariño recibido y por muy bien que uno lo esté pasando, el cuerpo manda y hasta luego, muchas gracias, nos vemos pronto, estuvo muy lindo, ándate con cuidado, debías haberte quedado, blá, blá blá.
Y partimos, solitos en el auto, calientitos por la calefacción y despacito, derechito y escuchando buena música... la camita lo esperaba a uno. Os tengo que aclarar a vosotros, que el suscrito no es de tomar hasta ni siquiera marearse, no vayáis a pensar que en ese periplo iba uno mareado ni mucho menos... con algo de trago en el cuerpo... ¡sí!... con su buen par de vasos de whisky apañaditos dentro de uno, ¡sí!... pero bien clarito de ideas, con una vertical de envidia y como decía, despacito y bien derechito por la carretera.
Y quiso el destino que entre San Fernando y Pelequén me detuviera la autoridad, tal vez en un acto de control rutinario, porque en esas fechas anda tanto beodo manejando.
Y dice:
.- Buenas noches, señor.
.- Muy buenas noches, está heladito, ¿verdad?
.- ¿Me permite sus documentos, por favor?
.- ¡Aaay, me voy a tener que desarmar entero, señor carabinero. Yo llevaba encima de mi habitual chaleco de lana grueso y bien cerrado, una bufanda y un poncho temucano que suele sacarme de apuros en ocasiones frías... es el mismo ponchito que pongo en la mentada camita para mantener calientitas las patitas.
.- ¡Aaah! pero los documentos del auto están acá (me refería a la guantera)... tenga.
Una vez que hubo revisado dichos papeles:
.- ¿Me permite su licencia de conducir, por favor?
Ahí sí que me iba a tener que desarmar entero, porque la licencia la llevaba en la billetera que estaba en el bolsillo de mis blue jeans, apretada ella y había que quitar el poncho, poco menos que estirarse entero hacia atrás incluido el respaldo para encontrarla.
.- ¡Aaayy!... espere... ya, tome.
Recibió la licencia el uniformado y no aguantó más y me dice:
.- Señor, ¿cuánto trago tomó?
Y ahí es cuando por la cabeza de uno pasan tantas ideas y pensamientos. ¿Le cuento? ¿Le miento? ¿Me hago el digno? ¿Qué hago, Dios mío? Y le respondo:
.- Señor, yo no bebo, no puedo beber porque yo soy Pastor.
Me queda mirando con una cara de respeto que ya se la quisiera cualquier Pastor que se precie de tal, me devuelve el documento sin siquiera mirarlo y me dice:
.- Señor, le pido mil disculpas, por favor continúe su viaje y perdóneme.
.- No se preocupe, Hijo, muchas gracias.
Y continué mi viaje, calientito, despacito, derechito, pero ahora amparado en la inmunidad celestial que supongo que algo debe beneficiar a la curia religiosa... y cagado de la risa.
Y llegué a mi camita que me estaba esperando ansiosa la pobrecita.
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Foto del autor donbaldomero.
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Descripción

Una ancdota como para no contarla.

Palabras Clave: Beodos control carretero dieciocho mentiras necesarias.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Humor



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