El lenguaje. ¿Qué es el lenguaje?

Su definición en el diccionario es; “... sistema de signos a través del cual los individuos se comunican entre sí. Estos signos pueden ser sonoros (como el habla), corporales (como los gestos) o gráficos (como la escritura)”. Pero, ¿es tan solo eso? ¿Un sistema de signos? ¿Es acertada esta definición tan limitante? Veamos.
Un sistema de signos, tendría siempre significados precisos, invariables, en base a los cuales, la comunicación sería siempre infalible. Alexandra Kohan, en “ Elogio del malentendido”, nos llama la atención a la frase común que dice que “hablando la gente se entiende”. Pero un lenguaje sin malentendidos, es un lenguaje vacío, burocrático, donde no hay sujeto en lo que se dice. La autora hace hincapié en que hablamos porque hay malentendidos, que es este el que nos empuja a hablar,  ya que “...el lenguaje del que estamos hechos no es un código fijo, estable, sino una zona de ambigüedades” Y lo es porque hay una brecha casi insalvable entre lo que queremos decir y lo que realmente decimos.  Como afirma Kohan, hablar es exponerse a la equivocidad del lenguaje, al riesgo de no ser comprendidos de una manera esperada. Como señala la autora, más que transmitir información, el habla es un sitio de disputa por dar sentido, de pugna de interpretaciones. Destaca que el lenguaje es un espacio de exploración y construcción de significados, donde las palabras no siempre tienen un sentido unívoco y pueden ser interpretadas de distintas maneras. Defiende que el malentendido no es necesariamente algo negativo, sino que puede ser un espacio para la creación y la experimentación. El lenguaje es un medio para jugar, equivocarse y experimentar, y no solo para transmitir información de manera eficiente.
Por otro lado,  como señala Montalbetti en “Tres ideas equivocadas sobre el lenguaje”,  hablar es inventar, producir nuevas combinaciones lingüísticas que amplían las posibilidades expresivas. El lenguaje no se limita a reproducir ideas preexistentes, sino que genera constantemente sentidos nuevos. Este configura nuestra experiencia del mundo. No es un mero vehículo neutral de ideas, sino el medio a través del cual percibimos e interpretamos la realidad. La lengua que hablamos moldea profundamente nuestra subjetividad y manera de relacionarnos con el entorno. Hablar es inventar, combinar de manera novedosa elementos lingüísticos para ampliar las posibilidades expresivas. Es en el habla donde se crean nuevas metáforas, se acuñan palabras, se subvierten reglas gramaticales, se combinan términos de modos inauditos. Más allá de transmitir información preexistente, el lenguaje es fuente de creación.
 Al considerar al lenguaje sólo desde la perspectiva de la comunicación, como una simple herramienta,  se desatienden aspectos fundamentales como la subjetividad, la emoción y la expresión de la identidad. La lengua tiene una cara sensible, como señala Larrosa en  “Aprender de oído”, que tiene que ver con la relación que cada uno tiene con el texto y que se expresa en el temblor de la voz, la entonación, la pausa y otros aspectos que hacen que la lengua no sea solo un instrumento eficaz y transparente de comunicación.
Esta cara sensible de la lengua es fundamental para la expresión de la subjetividad y de la identidad de cada hablante. La voz es como la cara sensible de la lengua, que hace que no esté toda ella del lado del significado y que no sea solo una voz mecánica sin nadie dentro. La voz expresa la emoción, el afecto, la admiración, la interrogación, la ira, la indignación y otros aspectos que son propios de cada hablante y que no pueden ser reducidos a una simple transmisión de información.
Entendiendo al lenguaje sólo desde la perspectiva de la comunicación, se relegan o desatienden estos aspectos fundamentales del mismo. Se pierde de vista que el lenguaje es mucho más que una herramienta de transmisión de información eficiente, sino que también es un medio para la expresión de nuestra subjetividad y la construcción de nuestras relaciones con el mundo y con los demás.
La voz, como señala Larrosa, es una expresión de esa dimensión y nos permite transmitir no solo información, sino también emociones, actitudes y posturas ante el mundo. Limitando al lenguaje sólo a una perspectiva comunicativa, se pierde de vista esta dimensión afectiva y expresiva, aspectos  que no pueden ser ignorados, relegando aspectos fundamentales que son esenciales para la construcción de nuestra subjetividad y nuestra identidad.
Para concluir, apoyando lo ya dicho,   Arfuch y López Ocón,  en su artículo "Simple intercambio, juego o combate, el ejercicio del lenguaje implica siempre una toma de posición", sostienen que el lenguaje no es solo un medio para transmitir información, sino que también está intrínsecamente ligado a la construcción de nuestra subjetividad y nuestra identidad. Cada elección de palabras y significados que hacemos refleja nuestra visión del mundo y de nosotros mismos. En este sentido, el lenguaje implica siempre una toma de posición, ya sea consciente o inconsciente. 
Entonces, frente a todo lo argumentado por estos autores, ¿qué es el lenguaje? Es un espacio de encuentro, donde no siempre nos entendemos, y esto nos impele a hablar, a intentar entenderme con un otro exponiendo quien soy yo. Un espacio donde nos construimos y deconstruimos constantemente, donde creamos mundos, donde nos inventamos. Un espacio donde somos atravesados por multiplicidad de significados, donde los resignificamos y los damos en esos mundos creados. El lenguaje es quienes somos, porque quienes somos es lo que volcamos en nuestro decir.