Veredas para el reconocimiento
Publicado en Jul 15, 2023
El sueño me dijo que eras tú pero yo no sabía de quien hablaba el sueño y él se enfadó y me mandó una pesadilla donde tú me acariciabas con manos de leprosa y yo me dejaba.
Y me hablabas con voz de hombre y a mí me gustó. Me encerraste -en la pesadilla del sueño vengativo- en un corazón seco dibujadas en él a latigazos bellas formas con grabados de serpientes;y sonreí placentero. Avanzaba la pesadilla como un ósculo que se pudre sobre la piel y se multiplica en su fragmentación. Me pusiste unas cadenas en muñecas y tobillos y resté desnudo en el rincón de un sucio cuarto como el cerdo que de su piara perdido se hubiere. Y te bajaste la falda para mostrarme tu sexo que también era el mío. Mas yo lo deseé como nunca había pensado podía sucederme. Fui de tu posesión y feliz por ello. Te rodeé el cuello con mis brazos y desgrané palabras de amor sobre tus gruesos labios, así la pesadilla fue obrando efectos lenitivos sobre mí. Porque me descubría. Y tú eras a quien de verdad deseaba y no a una mujer a la distancia que sonríe para seducir junto a un ejército de sombras en las que envolverse (eras tú esa mujer también; y su hombre que anda metido en ella como la última sombra). La pesadilla me trajo lo más verdadero de ti, lo echó sobre mi cama para así gozarlo unas horas justo hasta rayar el alba. Luego el sueño regresó y me tuvo inanimado -muñeco idiota con ojos de cristal cerrados- hasta que con la luz del día regresaron todas las mentiras. Cuando digo que eres mi pesadilla no es ya un reproche, una frase inyectada de odio, la frustración que solo sabe crecer. Ahora no, ahora es el agradecimiento. El puro y honesto agradecimiento. 30 de marzo de 2016 Imagen: Isabel M. Marques
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