Los últimos meses se sienten vacíos, se infiere que es normal después de una pérdida. A veces las palabras faltan para describir esa ausencia, andas por todo el hogar buscando como sabueso su último aroma y travesura, sin embargo, es inútil ya que para ello no hay un premio para la memoria.
Las habitaciones se encuentran repletas de cosas tan innecesarias que te hacen recordar aquella silueta y cuando te detienes a observar detalladamente, es una pila de bolsas, la vida se transforma en un ir y buscar a ese ser. Se nos olvida que no todo tiene porque tener un retorno, así sucedió con ella. Los magníficos años se echaron a perder un martes, no existía ya rastro de ella, la tierra se la había tragado en un abrir y cerrar de ojos.
Mi pretexto fue la distancia y trabajo espantoso, se que no estaba sola, pero todo se siente como una estrella fugaz, todos estos años juntos fueron como acarrear agua con las manos y lo sé ahora que no está, nunca fue suficiente. Si algo se reconocer es que fue astuta porque actuó tan normal, como si la vida le regalara el don de mentir y sentirse como una verdad solo por un par de días, además agrego que ella no solo me engaño a mí, sino a otros corazones.
Tampoco el punto es manchar su nombre o en este caso pronombre, es procurar detallar las noches posteriores a su partida; la primer noche fue dura e incluso se pensó que fue mentira, los ojos hinchados no servían de nada y mi ausencia en el trabajo fue normal, las horas te trastornan y te conducen a ser un ser despiadado con tu propia alma, no puedes cerrar ahora los ojos, la cuerda comienza a correr por tu propia cuenta sobre tu cuello, sientes esa soga áspera como raspa esa delicada garganta, ignoras la sensación en los días posteriores. Cuando tomas el primer trago de alcohol todo sale bien y es ahí cuando una simple charla te manipula a hablar sobre ella, llegando el punto de derramar un par de lágrimas y divagar sobre como fue tu vida con ella y como es ahora, el alcohol en ese punto es agua. Esas lágrimas queman el rostro, dejando a la vista del mundo el estrago de tu dolor, las palabras de las bocas ajenas se sienten como dagas indolentes y huecas.
Deseé más de un día que el agua salada se tragara mis recuerdos de ella y de ese martes, aquella llamada perforó mi alma y mi espíritu se quebrantó. Mis vacaciones y sus raíces se sienten tan frías, la indiferencia carcomió todo mi cerebro por tres crudos meses, fue entonces cuando la soñé, no sé porque se encontraba cubierta de polvo, pero como con ánimo de verme, su mirada siempre fue penetrante y directa, no pude hacer mucho. Desperté con las ganas de volver a vivir.
La actualidad se basa en beber y al decir tu nombre ninguna lágrima ni reclamo de tu abandono sale a la luz, se queda en la penumbra de un martes de marzo.