Todo comenzó tan bien, recordar aquellos días en los que escuchar tu respiración a través del teléfono, era una rutina, que nos riamos a carcajadas, y crear nuevas tonterías juntos, momentos que parecían olvidados, simplemente estaban guardados, tan bien guardados que parecían perdidos, todos volvieron, olvidé al mundo por completo y sólo éramos nosotros, hasta que tu orgullo volvió a arruinar todo, me preguntas “¿qué es lo que pasó?”, contesto que nada y comienza la pesadilla, un “¿por qué?” que comienza todo, no deseaba olvidar nada, todo fue lo suficientemente hermoso como para mantener esos recuerdos tan frescos como desde un principio, y comenzó la tormenta, comenzó en mis ojos que se llenaron de lágrimas escuchando cada una de las palabras que mencionabas, lo notaste y te sentiste culpable, y en silencio me consolaste, no me echaste la culpa, aunque en cierta parte la tuviera, al día siguiente hiciste como si no hubiera pasado nada, volvemos a ser amigos. Tuvimos una sincera charla, en la que nos volvimos desconocidos, no supe de ti durante tres meses.
Tres meses fueron en los que evité pensarte, en que estaba enamorada de alguien más hasta que llegó ese “hola” que comenzaría nuestra nueva historia. Dos semanas en las que estuvimos dándonos atención e ignorándonos hasta que tuvimos oportunidad de encontrarnos. “¿Nos tomamos un vino?”, “claro, ¿por qué no?”, nos encontramos, entre risas, canciones, y conversaciones, terminamos ese vino, “¿aún está en tu vida?”, una repetitiva pregunta, recibiendo la respuesta menos esperada “no lo está más”, “¿puedo hacer algo?”, con nerviosismo respondes que sí, y más rápido de lo que esperaba corté la distancia que quedaba entre ambos, no dijiste nada por unos minutos, hasta que repetiste la acción que yo había realizado y volví en mi… ¿Final? No, este recién es el inicio de nuestra historia, todo gracias a aquel dos de octubre.
AMCC