El esclavo
Publicado en Nov 26, 2023
La situación no era de la mas cómodas, pero ya me había acostumbrado a ella por así decirlo, había pasado por ese lugar en mas de una ocasión. De hecho, la ultima apena unas semanas atrás. Desnudo, expuesto a las miradas de las Señoras que pasaban, las manos atadas a un anillo de hierro impedían evitar que alguna mas atrevida se acercara para tocar, a pesar del aviso: no tocar los esclavos. Pero lo mas molesto esta vez era la jornada helada, estaba esperando que por lo menos la luz del sol llegara a darme algo de calor.
Me habían devuelto dos días antes, era posible hacerlo durante el primer mes sin costo. A mi dueña anterior no le había gustado mi actitud y, por decir la verdad, la cosa era mutua, aunque por supuesto que mi opinión no tenia ninguna relevancia. Pero esto sumaba incomodidad y algo de ansiedad también. Entre todos los que estábamos expuestos ese día era el único indicado como “insolente”, se me concedían 3 días para encontrar una nueva dueña y ya habían pasado dos. Sinceramente y diversamente de muchos otros hombres no me molesta servir a una dama, no me siento herido en mi masculinidad, ni humillado por esa situación, bueno, como si existiera otra opción, pero incluso si existiera, no me molestaría seguir siendo lo que soy, un servidor y un esclavo. Es mas, considero que podría ser un muy buen servidor, pero con la persona correcta, que por supuesto aun no ha parecido, siempre según yo, claro. Por como funcionan las cosas aquí, ahora, estas ideas ya me ponen en una situación difícil, si nadie me lleva dentro del plazo, o peor si me devuelvan otra vez, no se que podrá ser de mi, el proceso de reeducación no es una opción muy atractiva por nadie. Entre estas reflexiones y el frio que me hacia tiritar me estaba pasando esa mañana helada. A las “clientas” y potenciales futuras dueñas trataba de no ponerle atención, me inquietaban sus miradas, no quería saber, ni hacer hipótesis sobre cada una de ellas y menos tratar de juzgarlas, ya que no tengo la opción de elegir, me bastaba con que ellas me juzgaran y examinaran a mi. Pero no pude evitar poner atención a quien me agarró del pelo y mirándome a los ojos dijo: “¡Y así insolente!”. Era una Señora elegante, de edad cercana a la mía y con una mirada penetrante que sostuve mirándola también a los ojos. Se rio divertida “doblar un rebelde podría ser mi mejor diversión a esta altura de mi vida” quería decir que no soy rebelde pero callé. “Dime algo, esclavo rebelde ¿consideras merecer otra oportunidad?” hice seña que sí con la cabeza. “¿Y me vas a decepcionar?” la miré y creí ver o quise ver algo especial en ella, hice seña que no, porque no estaba permitido hablar. La cosa es que a los pocos minutos la seguía por las calles ruidosas, tomado de la correa y de un collar. (Continuará)
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