Antes de que me dejes
Publicado en Dec 14, 2023
Ante que me dejes con grises argumentos y te adentres al mar, donde una vez reinaste. Antes de que contristes a los Océanos que te hicieron soberana y algo falaz y tétrica. Recuerda que soy terrestre y generoso y que mis raíces sujetaron la tierra con resguardo benevolo, con su cordón de selvas y su apariencia hosca, de leño resignado a saciar chimeneas Yo te vivifiqué con mi ser arterial: sujete cada concha del nácar que vestías. Cosí un vestido con hebras dejadas en mi choza gorgeando retahilas, girando aniñadas en bailes anodinos no tan insípidos como el agua saltante ando tréboles rosados que vibraban nacientes. Te habían desterrado los cinco contientes, los mares siempre turbios que me dan lozanía Donde todo descansa de lo trivial e insípido, tal como lo costas lo hacen del turista sediento. Tus heridas sanaron en mi poltrona imberbe, que yo mismo tallara un tiempo congelado. Y tus venas viscosas salaron mi subsuelo: te contemplaba yo como terca muralla. Te fuiste reponiendo deponiendo las armas que succionó el crepúsculo. Y la palabra fue para ti paz y remanso: yo te oí conversar mirando al catalejo. Las pasiones humanas te habían conquistado, buscando ser aquella que me fuera accesible. Te acercastes a mí fingiendo escrutar un pergamino que nadie había auscultado. Finalmente te abriste al amor de la anduvo en conjogas y un gran vacío trémulo. Mi choza de trisílabos te sirvió de comarca elemental, pequeña con sus disminutivos. Fueron entonces los abrazos más niveos, los besos regalados que limpian tu melena. Compartimos el zumo integral de la fruta bendita, de la roja manzana que salió de tus labios: y del pan relamido en quinientas migajas, mientras la luna vaciaba su hálito en las copas. Pero te fue llamando el ardor penetrante del farallón reseco y la hola en tertulia. Ibas mutando entonces al latir primogénito de las trombas que hiciste. Y como un huracán que se siente atraído a lo que fue al principio, vestida como ola que destroza gargantas y se despoja sola, de agua te vestiste. Te lanzaste del faro a la marea selecta, sin ver que la tristeza venía a mí con su poda. Ahora yo domino la tierra que pisaste, al aire en el pistilo, a las flores recalcadas. Amo ahora el verde que protejo y prohibo que vengas a maltratar mis costas.
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